sábado, 20 de mayo de 2023

Mi vida sin rosa, de Lizth Bianc

Con motivo del pasado 8M, Día de la Mujer Trabajadora (aunque en los últimos años esta última palabra se ha ido borrando e incluso la anterior, mujer, también se ha diluido), la editorial Fandogamia puso para descarga gratuita en PDF este cómic de estética manga y autoría española (lo que algunos llamamos mangañol por abreviar). Si os interesa lo que cuente, os dejo el enlace a su web, el tomo vale 12€. Siempre está bien apoyar a autoras patrias. No obstante, no lo pensaba pillar cuando en su momento vi las páginas de muestra y, tras su lectura completa, definitivamente no lo voy a adquirir. Veamos si soy capaz de explicarme en la reseña.

Argumento (editorial)

Una historia autobiográfica. Una mujer que siente que sería mejor vivir en otra posición. Con otro rol. Ser de otra forma. Y su reflexión la llevará a encontrar la causa en la presión social, las etiquetas de género y en situaciones violentas que la condicionaron a odiar todo lo femenino que había en ella.

Mi vida sin rosa versa sobre los conflictos de género desde la perspectiva de una mujer cis con respecto a lo que implica pertenecer y vivir el género femenino en una sociedad patriarcal, junto a todos los estereotipos asociados a dicho rol, además de la pesada carga que se pone sobre sus cuerpos.

El primer trabajo de Lizth Bianc para Fandogamia es una obra introspectiva y honesta, que despertará la sensibilidad de cualquiera que se acerque a sus páginas. 

Reseña

He dejado el argumento de la editorial porque hay una palabra en él que chirría muchísimo y que es clave para ver por qué, para mí, falla. Pero vayamos por pasos y ya llegaré a eso luego.

El cómic es, tal como dice, un relato autobiográfico en el que la autora hace un repaso de todo lo que la llevó a odiar lo "femenino", a rechazar ser mujer. Hay recuerdos de su niñez en que veía la nula implicación de su padre y otros hombres en las tareas de la casa o cómo lo que se consideraba de niña era tratado como inferior y ridículo en comparación a las cosas de niños. Ya más mayor, sufre la presión para aceptar salir con un chico sin que le gustase, sólo porque él quería y había sido bueno con ella. Luego cuenta también experiencias mucho más duras de carácter sexual que la llevaron a necesitar ayuda psicológica pero también ayuda médica para sanar las secuelas físicas (vaginismo) y hasta el apoyo de una sexóloga. Así, al final, entre la ayuda de estas profesionales, tener una pareja que es un chico decente y sus propias reflexiones acabó haciendo las paces con el "género" femenino.


Visto lo que cuenta, ésta es su vivencia personal y como tal hay que tomarla. Lamento las malas experiencias por las que pasó y comparto parte de sus reflexiones. Diría que todas hemos pasado por algunos de esos pasos que da ella, como lo de ver el injusto reparto de tareas en casa o que todo lo asociado a mujeres es tachado de inferior. Por ejemplo, muy descarado resulta en el mundo del manga en que las obras shôjo, destinadas a chicas adolescentes, son menospreciadas de manera clara o velada, frente a los shonens, para chicos del mismo rango de edad, donde si se critica es como obra individual, no de manera general. Incluso muchas hemos rechazado durante años el rosa por sus connotaciones. ¿Cómo no identificarse con todo esto? 

En cierto modo, en lo que a los momentos más duros se refiere, su obra podría englobarse en ese relato común en que tantas mujeres han contado sus dolorosas experiencias, el #MeToo. Sin llegar a la gravedad de lo que ella cuenta, gracias al testimonio de muchas mujeres, yo misma pude entender mejor un par de sucesos que me habían ocurrido. El ver que no eres tú, que no estás sola, que "yo también", es un momento impactante. "Ante todo, se trata de mi experiencia única y personal". En parte sí, pero en gran parte no, por desgracia lo que cuenta no tiene nada de único, es demasiado común. Por ejemplo, Pamela Palenciano hablaba de la violencia machista, Laura Strego de abuso sexual infantil o Amelia Tiganus de la violencia de la prostitución. Y sólo he mencionado nombres de mujeres que tienen obras que podéis adquirir en las que cuentan sus historias de dolor. Así, este cómic se sumaría a esas voces.

Entonces, ¿qué problemas tengo con el tomo? La falta de profundidad. Todas las que nos consideramos feministas hemos tenido nuestro camino y hemos pasado por ello. Realmente, lo que hace en el cómic y al hacer sus reflexiones es ponerse lo que llamamos "gafas moradas" del feminismo. Es ver con nuevos ojos el mundo que nos rodea y entender que, al igual que en la componente económica existe el capitalismo rigiendo el mundo y condicionando a las personas por las clases sociales, el patriarcado se da la mano con él creando clases sexuales. Sin embargo, al final, se queda sólo en la visón del "yo", su análisis no va más allá de sí misma y de reconciliarse con cosas que ella había rechazado por sus malas experiencias o por la imagen negativa que tienen. No es poca cosa, que conste, pero diría que le falta profundización.

Y llegamos al palabro que me escama tanto del argumento editorial. "Mujer cis". ¿Qué es "cis"? Cis no es más que, en la neolengua (al estilo 1984) queer, decir que la persona "tiene una identidad de género que se corresponde con su sexo". Chorradas. Paparruchas. El género es el conjunto de los estereotipos y roles que el patriarcado impone a uno u otro sexo. Así ha sido entendido desde hace décadas y así se recoge, por ejemplo, en el Convenio de Estambul ratificado por España (y hace unos días en el Parlamento Europeo... que les ha costado lo suyo). Es decir, una mujer cis sería la que tiene "una identidad de género femenina", es decir, lo que en última instancia significa que acata los roles de género y se somete a ellos. Como "cis" sería lo opuesto a "trans", resulta que todas las feministas que nos oponemos al género y a la perpetuación de los roles en realidad seríamos trans. Es un delirio sin sentido.

Cabe decir que esto depende mucho del cuir al que preguntes, porque tienen un cacao mental con los términos y las definiciones que no se aclaran ni ellos mismos. Al final son un conjunto de ideas vagas en que mezclan a conveniencia "sexo", "género", "mujer", "hombre" y demás para crear confusión. Tienen pinta de ideas rompedoras y progresistas pero en realidad son de un reaccionario que no es más que la otra cara de lo que defiende la ultraderecha conservadora: un niño no debe saltar a la comba ni jugar con muñecas. Ahora lo que se dice es que si hace eso, muy bien, que lo haga, pero eso es señal de que en realidad es una niña. Antes se maltrataba físicamente al niño que se salía de lo que se esperaba de él, se reñía a la niña que no era "una señorita". Ahora se les empuja a las unidades de género donde empezar una transición que puede llevarles a destrozarse el cuerpo con bloqueadores de pubertad, luego hormonas cruzadas y luego operaciones. Y si no me creéis, buscad los protocolos educativos, los cuentos y manuales que usan las organizaciones de familias trans.

El cómic, de hecho, empieza haciendo un "aviso de contenido" en que, entre otras cosas, se dice "Un punto importante es que yo no era un chico trans, pero de alguna manera deseaba serlo. Los chicos trans son hombres". Curiosamente, los testimonios de "chicos trans" (tanto los que se mantienen con esa etiqueta como los que han detransicionado) y lo que dicen los estudios de los perfiles de chicas que se quieren declarar como tal coincide con algunas de las experiencias que ella narra: rechazo a los estereotipos, miedo y asco a lo que se percibe que debe ser una mujer o haber sufrido violencia sexual (a su lista sólo le faltaría ser lesbiana, que hay mucha homofobia y, especialmente, lesbofobia en todo esto). Diría que, sin darse cuenta, ha desmontado todo el mito de los "chicos trans": son mujeres jóvenes hartas de la presión del género, heridas y/o violentadas que creen encontrar las salvación a su dolor convirtiéndose en chicos. 


Diría que la autora tuvo suerte en cierto aspecto. De haber nacido unos años más tarde y ser en la actualidad una niña o adolescente habría caído de cabeza en este delirio queer, se habría visto hormonada, puede que hasta mutilada para, al final, como le pasa a través de la reflexión, la maduración y la terapia, darse cuenta de dónde está realmente el problema: en la sociedad machista. No sé si tuvo que poner ese aviso de contenido en las primeras páginas a posteriori por "recomendación" de quien se encargó de la "revisión de sensibilidad" o fue cosa suya, pero realmente el cómic es demoledor para los que pregonan el mito de los géneros y las identidades sentidas. Claro que, por eso mismo, ese aviso inicial sirve para que no la linchen. Es así de triste, en la actualidad, si quieres contar estas cosas y hablar de los problemas de las mujeres debes empezar validando el delirio cuir o te la pueden liar.

Por otro lado, lo bueno de tener la obra en PDF es que el buscador de palabras reconoce el texto de los bocadillos y permite mirar si salen y dónde ciertas palabras. Resulta que ni "feminismo" ni "feminista" aparecen ni una sola vez mencionados, siendo la herramienta fundamental para que las mujeres entendamos toda la carga que tiene el género contra el que tantos años ha luchado la autora. Sinceramente, este dato me parece muy significativo.

Luego, la palabra "machismo" aparece una vez, precisamente en el aviso inicial, pero su contexto no puede ser más incongruente. Cito: "Soy consciente de que las nuevas masculinidades también están luchando contra los estereotipos tóxicos que muestro en la obra. De hecho, me gustaría señalar que tampoco insinúo que sea todo superdivertido para ellos. El machismo y el patriarcado son cosas que también les hace daño". No. Yo también pensaba eso, pero no. El machismo beneficia a los hombres, el patriarcado es la estructura por la que ellos son los opresores y nosotras las oprimidas. Toda la obra es un reflejo de esto mismo con hombres que no hacen su parte de las tareas u hombres que violentan a la autora. No se puede poner en la misma balanza su "sufrimiento" al daño que causan y que haya un equilibrio. Tampoco porque, a ver si diciendo esto, resulta que hay algunos que arriman el hombro ya que así pueden obtener un beneficio. Esa nota aclaratoria sólo demuestra el cuidado que hay que seguir teniendo con los hombres de frágil masculinidad. De nuevo, volver a cuidar de no herir sus sentimientos. De nuevo, el género.

Diría que la autora se puso las "gafas moradas" del feminismo pero le falta el siguiente paso, que es "graduarlas", porque hay cosas que siguen sin estar nítidas. Nos ha pasado a muchas, que entramos por un feminismo más "blandito", lo que se llamaría "liberal" y, leyendo y escuchando, luego pasamos al radical, a ir a la raíz, y ésa es el género en todas sus vertientes.

En definitiva, un cómic duro por el testimonio que da, aunque el dibujo sea muy mono y la autora intente ponerle toques de humor para hacer más digerible lo que cuenta. Sin las páginas de aviso, que son un despropósito conceptual absoluto, sería muy recomendable para tenerlo en bibliotecas de instituto pues quizás podría ayudar a alguna chica a entender sus conflictos con el maldito género. No obstante, la falta de profundidad por centrarse en la experiencia personal sin ir un paso más allá lastran el mensaje mucho más potente que podría lanzar. Es la elección consciente que hizo la autora y lo indica así al principio, pero eso no quita que, para mí, se quede algo cojo.

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