La gran mayoría de los libros de la colección Historias Maravillosas son recopilatorios de cuentos, así que no tenía muy claro cómo podría enfocar su posible reseña. Creo que la mejor opción es la que inauguro con esta entrada, que es leer y reseñar unos pocos de cada autor. Había pensado incluso reseñar por cada recopilatorio, pero las entradas se harían demasiado extensas. Luego pensé que con unos cinco tendría una buena cifra. Sin embargo, sólo con lo que me he enrollado en el primer cuento... En definitiva, mejor no me como mucho la cabeza y hablaré de los que den una entrada de longitud normal.
Siendo la primera entrada dedicada a cuentos de Hans Christian Andersen me parece oportuno hablar un poquito del autor. De nacionalidad danesa, nació en 1805 y falleció en 1875. Su origen no era humilde, sino directamente pobre. De hecho, al parecer, al escribir el cuento La pequeña cerillera tenía en mente a su madre. Tuvo desde joven vocación artística, primero por la ópera, que no fue lo suyo, pero que le valió para hacer contactos que le pagaron unos estudios. Empezó a escribir poemas, luego crónicas de los viajes que empezó a hacer, alguna novela y libreto de ópera. Al parecer, los cuentos no eran sus creaciones literarias favoritas, pero fueron los que le han hecho perdurar en el tiempo. Como curiosidades, conoció a Charles Dickens y en uno de sus viajes pasó por España y, en concreto, por mi Málaga, donde en 2005 le hicieron una estatua.
La Sirenita
La Sirenita vive en un reino acuático con su padre, el rey del mar, su abuela paterna y sus cinco hermanas mayores, cada una nacida con un año de diferencia. Cuando una sirena cumple 15 años se le permite subir a mirar el mundo de la superficie. Así, cuando cada una de las hermanas va alcanzado la edad suficiente, salen del mar por unas horas. Después de años escuchando las maravillas que contaban sus hermanas o su abuela, al fin le llega el turno a la Sirenita. Allí ve un barco con un apuesto príncipe y se enamora perdidamente de él.
Uno de los cuentos más famosos del autor. La película animada de Disney era de mis favoritas de pequeña y creo que llegué a gastar el VHS de las veces que la vi (voy a usar en la reseña los nombres de la película para facilitarme la escritura, aunque en el relato original sus personajes no tengan). También había leído el cuento en lo que ahora veo como versiones resumidas e infantiles. Me faltaba la versión completa y bastante más oscura de Hans Christian Andersen. Si la entrada a la cueva de Úrsula ya daba repeluco en la película, en el cuento lo supera con detalles que no me extraña que omitiesen. También la forma en que se queda con la voz de Ariel es menos mágica y más "radical". Y hasta la transformación de la cola de sirena en piernas es más dura y la deja con unas secuelas no consideradas en la versión que conocemos. En resumen, sólo por estos detalles bien merece la pena acercarse al cuento original.
No obstante, lo que más me ha sorprendido es el toque espiritual de la historia. Ariel no sólo está fascinada por el mundo humano y se enamora del príncipe. Según le cuenta su abuela, los humanos tenemos alma inmortal mientras que las sirenas viven unos trescientos años pero al morir se vuelven espuma y ahí acaba su existencia. Ariel desea el destino humano y la forma de conseguirlo es con el amor de uno, así que otro motivo de gran trascendencia por el que se arriesga a volverse humana. No esperaba que el cuento tocase el tema de la muerte y el más allá.
La crítica feminista, con la que en este caso discrepo, se centra en que Ariel lo deja todo por amor, cuando ni en la película de Disney, que es la versión que más peso pone aquí, es tan así. Ariel, en todas las versiones, desde muy joven, ha sentido fascinación por el mundo humano. El enamorarse de Eric es sólo un factor más. A esto se añade la inevitable rebeldía adolescente y el deseo de independencia, explorar, conocer el mundo más allá de su mar. Si a esto le sumamos el anhelo de trascendencia de su alma, algo que sólo sale en la versión original del cuento, el tema romántico pierde aún más peso. Además, la joven muestra otro rasgo muy positivo que es la madurez para aceptar las consecuencias de sus actos.
En cuanto al desenlace, hay otra sorpresa. No es el final feliz en que Ariel se casa con Eric, eso ya lo sabía por las versiones resumidas del cuento en que ella muere al volverse espuma. Sin embargo, aunque sucede eso, no es un final tan amargo. Y no digo más para dejar algo que descubrir por vuestra cuenta.
En definitiva, la versión animada siempre estará en mi corazoncito por la nostalgia y porque es una preciosidad, pero el cuento, con todo lo que amplia a pesar de su breve extensión, ha sido una lectura muy interesante.
El traje nuevo del emperador
Hubo una vez, hace mucho tiempo, un emperador pomposo y presumido al que sólo le interesaba vestir bien y tener muchos trajes. Dos estafadores, sabiendo esto, se presentaron ante él diciendo que eran capaces de crear las telas más hermosas del mundo que, además, eran mágicas porque sólo las podían ver personas inteligentes y capaces en su trabajo. El emperador picó el anzuelo y les encargó un traje.
En este caso, el cuento es mucho más breve y no hay elementos desconocidos para cualquiera que ya hubiese leído la historia, lo que es un poco chasco. La gracia de leer las versiones originales es tener esos detalles que se han censurado o recortado, así que esta lectura no da ninguna sorpresa.
Lo interesante de la historia está en el desenlace que, me imagino, no destriparé a nadie. Cuando un único niño grita en medio del desfile que el rey va desnudo, el castillo de naipes se desmorona por completo. Sí que debo decir que resulta un tanto abrupto el final de la historia. El emperador sigue con el desfile "más altivo que nunca" y su corte le sigue el juego en contraste con todo el pueblo que se burla de él. Había leído versiones en que, tras el escándalo, mandaba buscar a los estafadores que ya habían desaparecido con todo el oro y las sedas que habían pedido para hacer su gran obra. Estas escenas finales me parecen un cierre más redondo aunque, por otro lado, que la cosa quede dejando la imagen de las burlas del pueblo a su monarca tiene su punto también.
Sin duda, un cuento que incluso hoy en día sigue sirviendo de maravillosa analogía para criticar a quienes buscan imponer sus creencias absurdas, sus delirios, por encima del sentido común (hay mucho de esto últimamente...). O también, de fondo está el rechazo a la corrupción, al gasto de dinero público en caprichos de gobernantes. Y me estoy acordando de Camps, que tuvo un juicio precisamente por unos trajes. Unos dos siglos después, lo que cuenta de manera fantasiosa y mordaz sigue plenamente vigente.
El soldadito de plomo
Como regalo de cumpleaños para un niño se fundió una cuchara de plomo y con ella se hicieron 25 soldaditos, todos iguales, salvo el último, al que le faltó material para una de sus piernas. No se imagina la pequeña figura coja las aventuras tan sorprendentes que le esperan una vez le saquen de la caja por primera vez.
Cierro esta primera entrada dedicada a reseñar cuentos clásicos con esta historia tan corta pero tan intensa.
Aunque ya conocía la historia, me ha llamado la atención que coincida en algunas ideas con El cascanueces y es que hay varios elementos en común. Quizás Andersen leyó el relato de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, que lo escribió en 1816, y le inspiró para este cuento que publicó en 1838. A su vez, diría que ambas obras debieron influir para los creadores de Toy Story, porque todas estas historias narran aventuras de juguetes una vez los humanos nos vamos de la habitación al caer la noche.
En este caso tenemos un cuento sencillo para entretener. Una pequeña gran aventura, sin más. Quizás por esto, el final parece un poco fuera de lugar.
Lo había olvidado, pero al buscar algunos de los datos he visto que el cuento fue adaptado por Disney en Fantasía 2000. Os dejo aquí el enlace para que lo podáis ver.
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