Después de la decepción que resultó ser La tumba de las luciérnagas y antes de acabar el especial por el 80º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial (me queda sólo una obra más por reseñar aunque me he dejado alguna para un futuro, pero creo que ya va bien así) recordé que también tenía pendiente esta otra película del Estudio Ghibli relacionada con ese momento histórico, aunque sea más bien a modo de antecedente de la misma y no llegue a tocar la guerra en sí. Me pareció una buena opción para no dejar el especial con sólo una obra de animación reseñada y con una opinión un tanto negativa.
Realizada en 2013, El viento se levanta era, en un principio, la última película que tendría detrás a Hayao Miyazaki. Sin embargo, en 2023 volvió para dirigir El chico y la garza. Me temo que las críticas que en su momento recibió estaban muy teñidas por la pena de la despedida del maestro e inflaron subjetivamente unas valoraciones para una obra que realmente queda por debajo de lo que dio en años anteriores. No, esta reseña tampoco va a ser lo positiva que yo esperaba.
Argumento
Desde bien pequeño, Jirō Horikoshi tenía el sueño de volar y subirse en aviones con los que surcar el cielo. Al crecer, inspirado por el ingeniero aeronáutico italiano Caproni y dada su miopía que le impediría ser piloto, persiguió ese sueño por otro camino y se acabó convirtiendo asimismo en un ingeniero aeronáutico de gran prestigio. Acabada la carrera, entró en la empresa Mitsubishi.
Con el paso de los años, Horikoshi llegó a desarrollar varios aviones militares, entre ellos, el avión de combate Zero, que fue usado en el ataque a Pearl Harbor durante la Segunda Guerra Mundial.
Reseña
Resultaba extraño que Miyazaki se pusiera detrás de lo que es básicamente un biopic, una película biográfica, pero hay un poco de trampa en esto pues en realidad está adaptando una novela de título homónimo escrita por Tatsuo Hori en 1936, es decir, previa a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, la gran guerra queda fuera de la película salvo por una escena onírica al final de la misma.
Sabiendo que Miyazaki es un pacifista convencido que se ha posicionado en contra de que Japón vuelva a tener un ejército, el contar la historia de un genio cuyas creaciones se usaron para la guerra hacía presagiar una cinta profunda que tocase los posibles dilemas morales y profesionales de Horikoshi. Por desgracia, no lo hace, o al menos, no con la profundidad que esperaba. Apenas hay alguna metáfora, alguna frase puntual de donde rascar algo, y me parece muy poco para una figura así. Ni siquiera se llega a mojar con los horrores que por aquellos años cometieron los japoneses en la zona de China. Lo que nos muestra es un joven genio obsesionado con su trabajo y su sueño de crear aviones ignorando a propósito el uso que iban a tener. Decepcionante viniendo de quien viene la película. La afición por los aviones de Miyazaki pesó más que su pacifismo.
Otro aspecto donde podría haber brillado era en la propia creación de los aviones, en los avances e innovaciones, en la pasión por la aeronáutica... y tampoco lo hace. Hay algunos momentos puntuales en que se acerca, sí, pero saben a poco. Si vas a contar la vida de un ingeniero revolucionario, aparte de ver cómo se inspira en las espinas de pescado que come, algo más podrías mostrar. Supongo que lo dicho en este párrafo habría dado una película demasiado técnica y árida y entiendo que no le dieran mucho peso para poder llegar a un público amplio.
Relacionado con esto, en cierta parte de la película, el protagonista junto a otros ingenieros de la empresa viajan a Alemania y se quedan boquiabiertos con la diferencia de sus aviones. La película habría podido ahondar en cómo se produjo el salto tecnológico en Japón, que de estar muy por detrás de otras potencias, en pocos años se puso al mismo nivel. Hay escenas muy interesantes de esa dualidad, de ese momento de inflexión, como cuando llevaban los modernos aviones para las pruebas de vuelo en carros tirados por bueyes. O cuando se menciona la pobreza que hay, con niños que pasan hambre, y se comenta que con lo que cuesta una pieza de los aviones se les podría alimentar un mes. Aquí había mucho de donde haber podido tirar.
La única pata que le queda a la película para brillar con fuerza es el romance entre el protagonista y una joven llamada Naoko. Realmente, hay escenas muy bonitas, varios momentos tiernos y toques emotivos que me hicieron saltar las lágrimas. Peca de ser un tanto cliché y un poco melodramática, pero dentro de lo aceptable. Parece que Miyazaki se identifica bastante con el protagonista pues él también ha sido un obseso de su trabajo que ha descuidado a su familia y eso queda muy bien plasmado en cómo intentan aprovechar al máximo el tiempo juntos, aunque sea muy poco.
La película aún tiene algo donde podemos encontrar la maestría de Miyazaki: la parte onírica. El protagonista tiene sueños un tanto proféticos sobre los aviones que creará y ahí se encuentra con Caproni, con quien conversa y con quien vuela en sus aviones. Ésta es, sin duda, la parte más mágica y que recuerda a las otras cintas del director. La escena final es probablemente la mejor de toda la película.
Como pega menor, dada la cantidad de saltos temporales y físicos que se producen, habría agradecido al menos unos letreros indicando la fecha y el lugar donde se sitúan los hechos. No ayuda que el diseño del protagonista no varíe lo más mínimo una vez pasa la niñez y le vemos como alumno universitario. A partir de entonces, los personajes permanecen estancados, salvo Naoko, que sí se la ve algo más mayor desde que se la conoce. También, decir que la película se hace larga con sus más de dos horas de metraje. Una media hora menos le habría sentado de maravilla.
Por supuesto, visualmente es toda una maravilla. Las escenas que cuentan el terremoto que se produjo en 1923 (fecha que he tenido que buscar y habría agradecido en la cinta), la lluvia que sorprende a los protagonistas en el monte, todos los fondos... La película es una delicia. Sin ningún pero.
En definitiva, como biografía, falla por alejarse de la realidad; como romance, funciona hasta que descubres que lo contado es mentira; y como obra para mostrar la pasión por la ingeniería aeronáutica, tampoco termina de brillar. Decepcionada por lo banal y superficial que resulta al contar la historia de un hombre que por su pasión de crear aviones le es indiferente que éstos trajeran la muerte a miles de personas. Lo intachable, honorable y heroico que por momentos se muestra al protagonista parecen cualidades pensadas para hacer un blanqueamiento de su obra y del uso que tuvo. Tal vez no blanqueamiento, pero sí equidistancia y ambigüedad, y no esperaba esto de Miyazaki. Aun así, es una película bonita, con temas interesantes esbozados y con varias escenas memorables por las que merece la pena su visionado.