Segunda obra que reseño en este especial que quiero realizar por el 80º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, quizás debería especificar que mi intención es hablar de las obras manga que tenía por casa ya que me parecía el momento adecuado para reseñarlas, así que el especial queda muy centrado en la parte japonesa de la historia.
Si la anterior entrada fue Una mujer y la guerra, mi más reciente adquisición de esta temática, hoy toca la que fue la primera. De hecho, la leí por scans antes de ser publicada en 2007 por Glénat y tenía la intención de haberla fan-traducido para el grupo con el que colaboraba entonces, MWFansub. Cómo ha pasado el tiempo... La cuestión es que no dio lugar a ello pues apenas había empezado el proyecto cuando fue licenciada. Tenía buen ojo por aquel entonces.
Mencionar por último que si no os hicisteis con esa edición, quizás sea más factible de encontrar la reedición que sacó la ya desaparecida editorial Kodai en 2020. He echado un vistazo rápido y de segunda mano se encuentran varios tomos de una u otra editorial. No obstante he leído que la rotulación de Kodai deja bastante que desear, algo que coincide con páginas de muestra que he visto, así que si podéis, id por la de Glénat.
Argumento
Año 1955. Han pasado 10 años desde aquel ardiente destello. En una ciudad de Hiroshima cada vez más recuperada del desastre vive la joven Minami Hirano. Cada día va caminando al trabajo desde las chabolas en que vive con su madre, la única superviviente que le queda de su familia. Aunque esto no es exacto, también tiene a su hermano Asahi, pero éste vive en otra ciudad bajo el apellido Ishikawa pues fue adoptado por unos parientes para alejarlo de los efectos de la radiación.
El país de los cerezos (I)
Año 1987. Nanami Ishikawa es una niña que va a primaria en Tokio, juega al béisbol y es poco femenina para lo que le gustaría a su abuela. A diferencia de ella, su mejor amiga, Toko Tone, sí que cumple esa característica. Un día, tras un balonazo, Nanami se escabulle del entrenamiento y convence a Toko para que la acompañe al hospital donde está Nagio, su hermano pequeño, ingresado por asma.
El país de los cerezos (II)
Año 2005. Nanami está preocupada porque su padre últimamente parece hacer cosas raras como desaparecer dando paseos que duran hasta un par de días y la factura de teléfono del mes anterior ha salido disparada. Una noche decide seguirlo y por casualidad se reencuentra con Toko, a quien llevaba tiempo sin ver. Ambas deciden seguir al padre de Nanami, quien acaba viajando hasta Hiroshima.
Reseña
Este tomo es una pequeña joya, uno de esos imprescindibles que recomendaría siempre. Hacía tiempo que no le daba una relectura y aunque no ha tenido el impacto de la primera vez, sigue emocionando y haciendo reflexionar. Es una de esas contadas obras que gana en cada relectura.
Se trata de un tomo muy fino, apenas son unas 100 páginas en total, pero cuenta una historia muy bien estructurada en los tres capítulos que tiene. Quizás he escrito más de lo que debería en el argumento, pero aunque está bien narrado, puede llegar a ser algo confuso y necesitar un par de relecturas para atar los hilos que unen los tres momentos temporales. Por eso he preferido explicar de más que de menos para que sepáis cómo es la historia que se cuenta.
La masacre que supuso el lanzamiento, por parte de Estados Unidos, de las dos bombas atómicas no acabó con su explosión, como ya sabréis. Muchas obras se centran en el antes (el desarrollo de las bombas, la política militar, las grandes batallas...) y el inmediato después. De haber sido unas bombas normales, poderosas, pero normales, esto tendría todo el sentido. Sin embargo, el horror secundario de estas bombas estuvo en su radiación, que dejó marcada física, mental y sociológicamente a quienes sobrevivieron bajo el término hibakusha. Es en este legado cruel en el que se centra la autora. Quienes no murieron el mismo 6 de agosto o en los días posteriores no sólo debían enfrentar las secuelas físicas de quemaduras y heridas, también tenían el sentimiento de culpa de haber sobrevivido, en muchos casos dejando atrás a quienes no podían ayudar. A esto, que son secuelas habituales en supervivientes de catástrofes en general, se sumaba el miedo de no saber cuándo aparecerían enfermedades derivadas, o si sus hijos o hasta nietos llegarían a tener problemas de salud. Para complementar lo visto en este tomo os puedo recomendar el documental Atomic people. Por simple ley de vida, ya quedan pocos hibakusha, así que su testimonio es imprescindible para que nunca caiga en el olvido el horror de este tipo de bombas.
Por cercanía temporal y por verse las secuelas de la bomba de manera más cruda y directa, la primera historia es la más brutal de las tres, y eso que ahí ya han pasado 10 años de su estallido. Aparte, hay escenas en flashbacks de Minami del momento y son desgarradores. La autora ni siquiera necesita ser explícita. Con metáforas visuales y sin detallar nos hacemos una idea del horror. Esto hace que los dos capítulos siguientes contrasten mucho, casi parece que estamos leyendo otra obra, una que resulta hasta superficial e inconexa, pero todo acaba relacionado. Si sentís que no merecen tanto la pena estos dos capítulos, dadles una relectura pasado un tiempo, ataréis mejor todo lo que la autora pretende transmitir. A mí me pasó, pero con cada relectura he ido apreciando mejor los detalles que unen los tres momentos temporales.
Al final del tomo (supongo que también estará en la edición de Kodai) hay un epílogo de la autora. Fumiyo Kouno procede de Hiroshima y aunque estuvo en el Museo de la Memoria en su etapa universitaria, le había dado la espalda a lo sucedido como algo del pasado, se desvinculó. Con esta historia superó esa incomodidad para dar una lección al pueblo japonés que había seguido su vida olvidando todo lo posible lo vivido. Me parece un testimonio muy interesante por autocrítico para con ella misma y con su pueblo.
En definitiva, una pequeña joya que no debería faltar en vuestras estanterías. La autora hace un más que digno homenaje a quienes vivieron ese horror, en especial en las secuelas que han sufrido generaciones enteras. Dibujo sencillo, estilo cotidiano y un par de puntos de romance muy bonitos. Estos elementos que te ponen el corazón calentito contrastan con la tragedia narrada de una manera sutil, pero desgarradora.
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