Hace unas semanas, con un señor trancanzo encima, me apetecía leer algo sencillo y ameno entre rato y rato de sueño reparador. Al no saber qué coger me fui a mi lista de libros pendientes y fui bajando desde los más antiguos para coger alguno que llevase años esperando su turno y éste fue el primero que me llamó la atención de la eterna lista.
En su momento, era un libro único que adquirí por Círculo de lectores (el último que me faltaba por leer de esta tanda de compra). Sin embargo, la autora sacó posteriormente un par de libros más: Entre lo dulce y lo amargo y El destino también juega, generando así una saga para contar las historias de un par de secundarios de este primer libro. A día de hoy no sé si me animaré con ellos, la trama del segundo no me llama pero del protagonista del tercero, que tan buenos momentos ha dado en este libro, sí que me animaría a saber más.
En su momento, era un libro único que adquirí por Círculo de lectores (el último que me faltaba por leer de esta tanda de compra). Sin embargo, la autora sacó posteriormente un par de libros más: Entre lo dulce y lo amargo y El destino también juega, generando así una saga para contar las historias de un par de secundarios de este primer libro. A día de hoy no sé si me animaré con ellos, la trama del segundo no me llama pero del protagonista del tercero, que tan buenos momentos ha dado en este libro, sí que me animaría a saber más.
Argumento
San Sebastián, 1719. Tras varias semanas de asedio, las tropas francesas consiguen tomar la ciudad. Armand Boudreaux, capitán francés que ha participado en el asedio, está en la playa llena de cadáveres y heridos cuando le informan que su hermano pequeño, Pierre, está gravemente herido. El joven era un maestro de escuela que se alistó en el ejército tras escuchar de boca de su hermano la gloria de la guerra. Tras una operación complicada en la que Pierre acaba amputado de rodilla para abajo de una pierna, necesitará cuidados constantes para sobrevivir.
Camila es la hija del anterior médico, Arturo de Gamboa, muy querido por la población y con un don para curar a los enfermos que ella no ha heredado. No obstante, sí que aprendió de él el uso de plantas medicinales y otros remedios, por lo que es una curandera muy apreciada. Viuda desde hace menos de un año, se dedica en cuerpo y alma a ayudar a don Bernardo, el actual médico, y a cuidar de Samuel, un niño que recogió la misma noche que murió su esposo. Todos en la ciudad creían que su matrimonio era perfecto, pero solo Camila sabe cómo era Cosme en realidad.
Armand no dudará ante nada para que Camila los acoja en su casa ya que sólo los cuidados constantes de manos expertas pueden salvar la vida de su hermano en esos primeros días tras la grave operación. Para ello usará la deuda que su familia tiene con él, pues años atrás, cuando era un soldado novato, le salvó la vida a su padre. El antagonismo entre Camila y Armand es patente desde el primer momento y parece crecer día a día. Pero también el deseo y quién sabe si el amor, a pesar de que ambos están escarmentados de sus anteriores matrimonios.
Aunque no tiene nada que ver con la última reseña que os había traído, Red Hill, una de zombis, comparte bastante la valoración de aquella. Y es que, después de una primera parte bastante buena, la recta final hace que mi valoración del libro caiga en picado.
Como decía, la primera parte es una delicia de leer. Es una historia que deja que el tiempo pase, de modo que los protagonistas tienen el espacio necesario para que su relación avance, si bien la chispa de la atracción pura y dura está casi desde el primer momento en que se ven. Sin embargo, las personalidades fuertes que ambos tienen y las pocas ganas de tener un nuevo romance en sus vida tras matrimonios desastrosos hacen que la cosa necesite su tiempo, y se agradece.
Siempre es una alegría encontrar mujeres fuertes e interesantes de protagonistas. Lo es cuando el contexto es contemporáneo pero lo es mucho más cuando nos vamos al histórico. Camila no sólo es fuerte sino que es inteligente, hábil, resoluta, generosa y empática. Sus mayores defectos, que me han hecho resoplar, son su cabezonería y su forma de malinterpretar siempre a Armand, lo que parecía requisito de guión para estirar la formación de su relación. Por su parte, Armand peca de ser otra cabeza obstinada. Con todo, es un protagonista que acaba siendo adorable cuando interacciona con el pequeño Samuel o con la criada Juana. Si no fuese porque es otro protagonista que no puede evitar caer en celos, por irracionales que sean, sería perfecto.
Una de las mayores virtudes del libro es que no sólo se preocupa de dotar de vida a sus protagonistas sino que también los secundarios se sienten reales y tienen sus propias historias. El pequeño Samuel es un encanto a pesar de que a su corta edad ya ha sufrido lo suyo, se le toma cariño fácilmente y es un gusto verle interaccionar con ambos protagonistas. Gastón, el mejor amigo de Armand, es el clásico seductor divertido que acaba por conquistar a cualquiera a pesar de lo cliché de su personaje. Pierre y su lucha por recuperarse, sufriendo mucho por el camino, lo hace uno de los personajes más humanos y de mejor desarrollo de todo el libro. Juliana, la joven que sabe lo que quiere y lucha por ello es maravillosa. Y así.
Pero toca empezar a hablar de lo malo del libro, que me temo que son varios puntos, algunos muy importantes.
Para empezar, el tema del "don curativo" de los Gamboa parecía ser simplemente una gran sabiduría e intuición para la sanación. Sin embargo, acaba resultando tener una componente fantástica que no pega con el resto del libro. Sus reglas no están claras y, cuando parecía que iba a ser algo que cobrase relevancia, quizás haciendo que se persiguiese a Camila al heredarlo y convertirse así en una "bruja", se olvida para no volver.
Al igual que lo del don curativo, otro tema que queda desaprovechado es todo el contexto histórico. No se ve que nadie sienta recelos o animadversión por los franceses que tuvieron la ciudad asediada, generando bajas, durante semanas. Todo este tema se desperdicia y, más que un asedio, parece que los franceses fuesen turistas que acaban ayudando a reparar lo que ellos mismos destrozaron. No tengo información histórica de cómo sucedió, pero al menos para la novela le podría haber sacado un poco de punta al tema. La única importancia que tiene es al inicio, que un par de personas le ponen mala cara a Camila por su intención de ir a ayudar a curar a los heridos franceses. Demasiado poco para todo lo que podría haber dado de sí.
Luego, algo que en este libro peca, como en muchos otros del género, dicho sea de paso, es en hacer a los personajes malos, muy malos. En especial hablo aquí de las difuntas parejas de ambos protagonistas, algo que se contagia incluso a los familiares de ambos, como la pérfida ex-suegra de Camila, que sólo está para hacer de eso, suegra malvada. Quisiera detenerme aquí un momento porque la autora tenía la posibilidad de haber escrito unos malos que fuesen humanos. Sin embargo, se limitó a usar un cliché que ya debería estar superado a día de hoy en el caso de Cosme. [Spoiler] Que fuese gay y, por tanto, maltrataba a su esposa y la violaba obligándola a disimular sus atributos femeninos, por no hablar (esto no me quedó claro que lo hiciese) que también violaba a niños [fin de spoilers]. El matrimonio podría haber naufragado sólo por la condición de él, no hacía falta que fuese cruel únicamente para que luego la historia de Camila fuese más dramática. Y en cuanto a la esposa de Armand, también tenía margen para hacerla humana, a fin de cuentas su marido pasaba mucho tiempo fuera de casa en misiones y se habían casado jóvenes. No hacía falta que fuese una arpía manipuladora.
Tampoco se quedan atrás los malos que marcan el final de la novela aunque uno se quiera excusar en la locura y el otro en un engaño que nunca fue debidamente aclarado, enquistándose hasta el momento en que estalló. Con lo bien que la autora supo dotar de humanidad a los secundarios "buenos", no sé por qué se quedó tan en la superficie para los "malos".
Al hilo de esto último, el gran problema del libro es el desenlace que se desarrolla en un par de fases. La primera corresponde a la relación de Camila y Armand que, por pura cabezonería de la primera, sin una motivación de peso detrás para mantenerse en una decisión que no gusta a NADIE, en especial y sobre todo a ella misma, tarda en llegar demasiado, volviéndose ridícula la forma de estirar el chicle. La segunda fase, una vez todo queda aclarado entre ellos, es el tinte culebrónico y mil veces visto que toma, totalmente desproporcionado e inflado a raíz de los malos que decía más arriba. Todo, claro, como no puede ser de otro modo, para acabar en un final feliz donde todo acaba bien y hasta aquellos que la liaron y pusieron las vidas de los protagonistas en peligro acaban perdonados. Al libro le habría venido de maravilla acabar unas cuantas páginas antes eliminando todo lo que alargó y complicó de más la autora.
Poco más que decir. Es una pena que todo lo que tenía de bueno al inicio, con unos personajes maravillosos e hilos interesantes de los que tirar se desinfle en una recta final estirada y melodramática. De una historia tierna, de avance lento pero seguro, con toques costumbristas y con unos secundarios que completan el marco de maravilla, a un dramón de sobremesa que intenta ser intenso pero solo acaba exasperando y aburriendo.
Camila es la hija del anterior médico, Arturo de Gamboa, muy querido por la población y con un don para curar a los enfermos que ella no ha heredado. No obstante, sí que aprendió de él el uso de plantas medicinales y otros remedios, por lo que es una curandera muy apreciada. Viuda desde hace menos de un año, se dedica en cuerpo y alma a ayudar a don Bernardo, el actual médico, y a cuidar de Samuel, un niño que recogió la misma noche que murió su esposo. Todos en la ciudad creían que su matrimonio era perfecto, pero solo Camila sabe cómo era Cosme en realidad.
Armand no dudará ante nada para que Camila los acoja en su casa ya que sólo los cuidados constantes de manos expertas pueden salvar la vida de su hermano en esos primeros días tras la grave operación. Para ello usará la deuda que su familia tiene con él, pues años atrás, cuando era un soldado novato, le salvó la vida a su padre. El antagonismo entre Camila y Armand es patente desde el primer momento y parece crecer día a día. Pero también el deseo y quién sabe si el amor, a pesar de que ambos están escarmentados de sus anteriores matrimonios.
Reseña
Aunque no tiene nada que ver con la última reseña que os había traído, Red Hill, una de zombis, comparte bastante la valoración de aquella. Y es que, después de una primera parte bastante buena, la recta final hace que mi valoración del libro caiga en picado.
Como decía, la primera parte es una delicia de leer. Es una historia que deja que el tiempo pase, de modo que los protagonistas tienen el espacio necesario para que su relación avance, si bien la chispa de la atracción pura y dura está casi desde el primer momento en que se ven. Sin embargo, las personalidades fuertes que ambos tienen y las pocas ganas de tener un nuevo romance en sus vida tras matrimonios desastrosos hacen que la cosa necesite su tiempo, y se agradece.
Siempre es una alegría encontrar mujeres fuertes e interesantes de protagonistas. Lo es cuando el contexto es contemporáneo pero lo es mucho más cuando nos vamos al histórico. Camila no sólo es fuerte sino que es inteligente, hábil, resoluta, generosa y empática. Sus mayores defectos, que me han hecho resoplar, son su cabezonería y su forma de malinterpretar siempre a Armand, lo que parecía requisito de guión para estirar la formación de su relación. Por su parte, Armand peca de ser otra cabeza obstinada. Con todo, es un protagonista que acaba siendo adorable cuando interacciona con el pequeño Samuel o con la criada Juana. Si no fuese porque es otro protagonista que no puede evitar caer en celos, por irracionales que sean, sería perfecto.
Una de las mayores virtudes del libro es que no sólo se preocupa de dotar de vida a sus protagonistas sino que también los secundarios se sienten reales y tienen sus propias historias. El pequeño Samuel es un encanto a pesar de que a su corta edad ya ha sufrido lo suyo, se le toma cariño fácilmente y es un gusto verle interaccionar con ambos protagonistas. Gastón, el mejor amigo de Armand, es el clásico seductor divertido que acaba por conquistar a cualquiera a pesar de lo cliché de su personaje. Pierre y su lucha por recuperarse, sufriendo mucho por el camino, lo hace uno de los personajes más humanos y de mejor desarrollo de todo el libro. Juliana, la joven que sabe lo que quiere y lucha por ello es maravillosa. Y así.
Pero toca empezar a hablar de lo malo del libro, que me temo que son varios puntos, algunos muy importantes.
Para empezar, el tema del "don curativo" de los Gamboa parecía ser simplemente una gran sabiduría e intuición para la sanación. Sin embargo, acaba resultando tener una componente fantástica que no pega con el resto del libro. Sus reglas no están claras y, cuando parecía que iba a ser algo que cobrase relevancia, quizás haciendo que se persiguiese a Camila al heredarlo y convertirse así en una "bruja", se olvida para no volver.
Al igual que lo del don curativo, otro tema que queda desaprovechado es todo el contexto histórico. No se ve que nadie sienta recelos o animadversión por los franceses que tuvieron la ciudad asediada, generando bajas, durante semanas. Todo este tema se desperdicia y, más que un asedio, parece que los franceses fuesen turistas que acaban ayudando a reparar lo que ellos mismos destrozaron. No tengo información histórica de cómo sucedió, pero al menos para la novela le podría haber sacado un poco de punta al tema. La única importancia que tiene es al inicio, que un par de personas le ponen mala cara a Camila por su intención de ir a ayudar a curar a los heridos franceses. Demasiado poco para todo lo que podría haber dado de sí.
Luego, algo que en este libro peca, como en muchos otros del género, dicho sea de paso, es en hacer a los personajes malos, muy malos. En especial hablo aquí de las difuntas parejas de ambos protagonistas, algo que se contagia incluso a los familiares de ambos, como la pérfida ex-suegra de Camila, que sólo está para hacer de eso, suegra malvada. Quisiera detenerme aquí un momento porque la autora tenía la posibilidad de haber escrito unos malos que fuesen humanos. Sin embargo, se limitó a usar un cliché que ya debería estar superado a día de hoy en el caso de Cosme. [Spoiler] Que fuese gay y, por tanto, maltrataba a su esposa y la violaba obligándola a disimular sus atributos femeninos, por no hablar (esto no me quedó claro que lo hiciese) que también violaba a niños [fin de spoilers]. El matrimonio podría haber naufragado sólo por la condición de él, no hacía falta que fuese cruel únicamente para que luego la historia de Camila fuese más dramática. Y en cuanto a la esposa de Armand, también tenía margen para hacerla humana, a fin de cuentas su marido pasaba mucho tiempo fuera de casa en misiones y se habían casado jóvenes. No hacía falta que fuese una arpía manipuladora.
Tampoco se quedan atrás los malos que marcan el final de la novela aunque uno se quiera excusar en la locura y el otro en un engaño que nunca fue debidamente aclarado, enquistándose hasta el momento en que estalló. Con lo bien que la autora supo dotar de humanidad a los secundarios "buenos", no sé por qué se quedó tan en la superficie para los "malos".
Al hilo de esto último, el gran problema del libro es el desenlace que se desarrolla en un par de fases. La primera corresponde a la relación de Camila y Armand que, por pura cabezonería de la primera, sin una motivación de peso detrás para mantenerse en una decisión que no gusta a NADIE, en especial y sobre todo a ella misma, tarda en llegar demasiado, volviéndose ridícula la forma de estirar el chicle. La segunda fase, una vez todo queda aclarado entre ellos, es el tinte culebrónico y mil veces visto que toma, totalmente desproporcionado e inflado a raíz de los malos que decía más arriba. Todo, claro, como no puede ser de otro modo, para acabar en un final feliz donde todo acaba bien y hasta aquellos que la liaron y pusieron las vidas de los protagonistas en peligro acaban perdonados. Al libro le habría venido de maravilla acabar unas cuantas páginas antes eliminando todo lo que alargó y complicó de más la autora.
Poco más que decir. Es una pena que todo lo que tenía de bueno al inicio, con unos personajes maravillosos e hilos interesantes de los que tirar se desinfle en una recta final estirada y melodramática. De una historia tierna, de avance lento pero seguro, con toques costumbristas y con unos secundarios que completan el marco de maravilla, a un dramón de sobremesa que intenta ser intenso pero solo acaba exasperando y aburriendo.
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