sábado, 20 de diciembre de 2025

Sin aliento, de Ilsa J. Bick

Después de varias sagas y/o tochos, me apetecía una lectura unitaria que tuviese un número de páginas bastante más reducido. Con esto en mente, me decidí por este libro de unas 330 páginas publicado en exclusiva por el desaparecido Círculo de Lectores en 2013. Lo pedí, según comentaba en su momento, cuando ya estaba a punto de salir de la revista porque durante los números anteriores no me terminaba de llamar. Veamos si el pálpito de última hora para pillarlo fue acertado o igual lo podría haber dejado pasar.

Argumento

Han pasado años desde que Jenna estuvo a punto de morir por primera vez. En aquel entonces, se quedó inmóvil, paralizada por el miedo que invadía cada una de sus células, hasta que oyó la voz de su hermano, quien la extrajo de aquel mar de fuego. Esta vez, es el frío lo que casi ha acabado con ella. 

Mientras tirita en la sala de urgencias, el detective Bob Pendleton le pide que cuente lo que le acaba de ocurrir. Dice que fue un accidente, que ella es la víctima. Quiere la verdad. En vez de proceder a interrogarla, le entrega una grabadora digital a la que poder narrarle su historia durante unas horas en que la dejará tranquila. Así, ante la grabadora, Jenna cuenta su vida: la temporada que pasó en el psiquiátrico, los correos que le escribe a su adorado hermano que está destinado en Irak, el porqué le resulta tan irresistible hacerse daño a sí misma, los problemas de su madre con el alcohol, la doble cara de su padre y, sobre todo, su relación con el profesor Anderson, que tan considerado ha sido con ella desde el principio. 

La voz de Jenna guía a quien quiera escucharla por un laberinto de giros inesperados, en el que no hay blancos y negros, y en el que, aunque hace ya mucho que dejó de creer en los cuentos de hadas, aún es posible descubrir dónde se ocultan los auténticos monstruos.

Reseña

De entrada puedo decir que el libro ha sido entretenido, sí, pero también que tiene numerosos problemas. Sólo se escaparía la narración de la autora, con una prosa que deja algunas citas muy interesantes, y que es una lectura que me ha parecido ágil. Poco más. 

Para empezar, no me convence el tipo de enfoque elegido para contar la historia, y es que no tiene sentido por dos motivos, uno por parte de Bob y otro por parte de Jenna. En primer lugar, no me cuadra nada eso de que el detective decida dejar a la joven una grabadora durante un par de horas para que le cuente su historia en lugar de interrogarla. Mira que he visto series de casos y películas de detectives, pero en ninguna sucedía algo así. Además, siendo menor de edad (16 años), dudo que pudiera preguntarle nada sin el permiso y la presencia de sus padres. Luego, por parte de Jenna, que narra todo el libro hablando con la grabadora, es totalmente inverosímil que después del shock sufrido, de casi haber muerto, se ponga a hablar y hablar recordando cada pequeño detalle, diálogos incluidos. Todo en perfecto orden cronológico, sin titubeos ni lagunas. Y son varios meses los que rememora. No, no me lo creo.

Derivado del formato de la grabación, otra pega que poner es que el libro termina cuando Jenna acaba de grabar su historia. Esto supone que muchísimos asuntos quedan en el aire, preguntas que no han sido respondidas o que quizás, las respuestas que Jenna obtuvo son incorrectas o medias verdades, por lo que falta una confirmación o un desmentido de algunas cuestiones. Es decir, es un final abierto a qué sucederá con la protagonista y con algunos secundarios. Esto se podría haber solventado con unos pocos capítulos a modo de epílogo, pero la autora prefiere dejarlo todo en el aire. No, definitivamente, la opción elegida para contar la historia por parte de la autora será original, pero no funciona.

Lo dicho hasta ahora es una crítica hacia el continente, algo que resulta secundario si el contenido lo compensa. Sin embargo, no, tampoco lo que se cuenta me ha convencido. Esto va a ser largo.

Jenna empieza su relato y tenemos a una joven con muchos problemas y un pasado terrible. Sobrevivió de pequeña a un incendio gracias a su hermano, aunque estuvo grave y le tuvieron que injertar piel de los muslos en la espalda, por lo que quedó con horribles cicatrices en ambas zonas. Incendio que tiene relación con su abuelo, quien da muy mala espina. Recientemente, ha estado un año internada en un psiquiátrico por hacerse cortes, aunque de partida no tenemos muy claro la causa a diferencia de, por ejemplo, lo que pasaba en Willow, novela en que la protagonista también se cortaba, pero sabíamos la causa de entrada. Sumamos a esto que su querido hermano ha puesto medio mundo de distancia yendo a la guerra de Irak y se ha quedado sola con una madre con problemas de alcoholismo y un padre que tiene varias aventuras y al que apoda "Psico-papi" por algo. Son demasiadas cosas, parece que la autora quiso meter en una única chica todos los problemas que ella, como psiquiatra forense infantil y juvenil, ha tratado durante su carrera. Además, con semejante historial daba para que la autora se hubiese centrado en ella y en una forma de lidiar con todo lo que tiene. Y en parte lo hace, pero de la peor forma posible.

Como novela juvenil, parecía inevitable que cayese en el cliché de que el romance ayudase a salvar a la protagonista. Vuelvo a comparar, es algo que sucede en Willow, la diferencia es que ahí es un chico normal, de su edad... y aquí tenemos a un profesor casado del que otra alumna la advierte con "le gustan las chicas rotas".

Hago un inciso aquí. En la vida real, claro, es totalmente denunciable que un/a profesor/a se líe con un/a estudiante menor de edad. En la ficción, me parece una fantasía romántica que puede dar algunas historias muy bonitas si se trata bien. Es un cliché muy usado, desde Marmalade Boy que lo vi por primera vez como trama secundaria, me lo he cruzado decenas de veces y sólo algunas realmente me han convencido (Faster than a kiss u Onegai Teacher). En este caso, tenemos el problema que él está casado y que muchas cosas que hace o dice son banderas rojas que deberían alertar a la protagonista, más después de haber sido advertida. Claro que, como quien le hace dicha advertencia está codificada como villana, como antipática y mala, la ignora.

Esta falta de juicio no ayuda a hacer a su protagonista alguien con quien simpatizar. Tampoco me convence la falta de empatía con su madre, que me ha parecido el personaje más humano y creíble del libro. Si Jenna se corta, la madre recurre al alcohol para sobrellevar lo que ha sufrido y sigue sufriendo, que no es poco. Tiene un marido violento, que a pesar de ser asquerosamente rico gracias a su trabajo de cirujano plástico, la presiona para que cierre la librería de su madre (la abuela materna de Jenna) porque tiene pérdidas. Le da igual que su trabajo sea su pasión, que sea lo que la ayude a seguir adelante. Y no la habrá pegado directamente, que sepamos por Jenna, pero sí que ha golpeado la pared junto a su cara. Y a eso sumar su pasado y que su hijo esté en la guerra. Pobre mujer.

En cuanto al profesor, aparece totalmente idealizado y romantizado para hacer creíble el enamoramiento de la protagonista. Es muy atractivo, está en forma porque corre largas distancias, es un "profe enrollado" que también lleva el equipo de carreras, la apoya y la salva de situaciones embarazosas o violentas... Si no fuese porque está casado y todas las banderas rojas que se van viendo (tiene un almacén reconvertido en "habitación de descanso", con cama y ducha "para descansar después de correr" (no sé cómo el instituto lo permitió, es absurdo); las fotos de su casa; la advertencia de la otra alumna; la frase de una pastelera de "¿otra de tus chicas, Mitch?"; etc.), habría podido ser un romance bastante bonito.

Entre medias, hay un periodo de tiempo que no tiene sentido desde el punto de vista de los padres de Jenna. Pasan de no confiar en que se bañe con la puerta cerrada con pestillo a dejarla sola toda una semana. Resulta incoherente, pero muy apropiado para que la autora desarrolle el romance en esa semana.

El libro acaba, y aquí van [destripes] dejando claro que él es un depredador pederasta, pero ese final abierto hace que quede en el aire si realmente se enamora y en el fondo es una buena persona que la quería ayudar de primeras, o no. Casi parece que dé igual que sea un depredador, pues es de lo menos malo que Jenna tiene en su entorno: un padre violento y misógino; una madre que tiene sus propios diablos y que acaba prendiendo fuego a su librería, no se sabe si también en un intento de suicidio (queda en el aire si llega a fallecer o se podrá recuperar, por lo que se describe, está tan mal que es poco probable que sobreviva); un hermano que escapó de su horrible familia, dejándola sola, para ir a la guerra... y morir; un abuelo que abusó de su madre y probablemente de ella misma; su padrino, que intenta violarla... Es demasiado. Así normal que un depredador que parece haberse enamorado de ella sea lo mejor que tiene. Un depredador del que queda en el aire hasta dónde llegó en sus mentiras, en su auténtica relación con su esposa, mujer a la que ignora y es incapaz de apoyar teniendo un padre enfermo de cáncer y habiendo sufrido dos abortos... No, no es una buena persona. Incluso queda en el aire que antes se acostase con la chica que advirtió a Jenna, pues resulta estar embarazada y la ayuda a desaparecer para irse a abortar en otro estado de EE.UU. donde las menores lo tengan permitido. Acabamos el libro sin saber si es así o la chica sufrió abusos de su hermano mayor o su padre [fin de destripes]. Demasiada ambigüedad. Demasiadas preguntas sin respuesta. Final abierto que no deja ninguna pista del futuro a corto, medio o largo plazo que le espera a Jenna.

Al final, en los agradecimientos, la autora dice: "Una última palabra acerca de este libro: ¿hay en él personas que sufren? Por supuesto. ¿Aparecen monstruos en sus páginas? Si, al menos uno, seguro. Sin embargo, muchas relaciones se basan tanto en el odio como en el amor; a veces es el sufrimiento el que nos permite crecer, y la realidad es siempre compleja. La experiencia te dice que son pocos los individuos realmente malvados, y que a menudo son las personas buenas quienes, con la mejor de las intenciones, toman malas decisiones y se entrometen en nuestras vidas antes de darse cuenta. La gente se ahoga, en silencio, ante nuestro ojos, constantemente". Básicamente, ha romantizado a un monstruo, y se queda tan pancha. Porque esas frases no las escribe pensando en otros monstruos muy evidentes del libro, de modo que al final te quedas con que hay monstruos horribles y otros no tan malos. O quizás sí que quiere que nos quedemos con que todos los monstruos no son del todo oscuridad, tienen matices de gris y hay que intentar ver las cosas desde sus puntos de vista. No sé, sea como sea, creo que el mensaje de fondo es bastante turbio y más si pensamos que es un libro de demografía juvenil, pensado mayormente para chicas adolescentes.

En definitiva, una lectura que entretiene, pero va decepcionando y mosqueando según avanza. Reconozco que me enganchó y que alguna cosa que debería haber sido previsible, no la vi venir y me sorprendió. Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un giro final que podría haber acabado dando un desenlace muy bueno, se desinfla en una nada ambigua y melodramática. Parece que la autora no se atrevió a llegar a retratar como cerdo miserable a su protagonista masculino y deja, en cambio, un mensaje, como mínimo, inapropiado. Al final, sólo queda ambigüedad y un desenlace abierto, sin respuestas claras al pasado y muy poco esperanzador de cara la futuro de la protagonista. Una lectura que te deja incómoda, con un regusto amargo y confuso. Al menos, no ha sido una lectura que me dejase indiferente, pero ha tenido demasiado dolor y poca luz.

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