miércoles, 17 de octubre de 2018

El cuento de la criada, de Margaret Atwood

A estas alturas, dudo que haya alguien que, como mínimo, no conozca la existencia de esta historia. A pesar de que ya supera los 30 años, recientemente ha tenido un resurgir más que comprensible. No sólo la serie (de la que sólo vi un par de capítulos ya que era demasiado fuerte y desagradable para mis padres y espero retomarla por mi cuenta ahora que he leído la obra original), sino todo el contexto político y social ha influido para que lo que denunciaba esté más vigente que nunca. Seguramente os sonarán las manifestaciones con mujeres con el traje rojo y cofia blanca de las Criadas o las pancartas con lemas como "El cuento de la criada no es un manual de instrucciones". El movimiento feminista está peleando con mucha fuerza precisamente contra situaciones que en el libro se amenaza con su posibilidad como la desaparición de los derechos reproductivos de las mujeres o la mal llamada "gestación subrogada". La distopía, por desgracia, no está tan lejos.

Argumento

Unos teócratas se hacen con el poder en lo que había sido Estados Unidos poniendo como excusa el terrorismo islámico y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. La lucha contra el descenso de la natalidad por causas varias, entre las que se incluyen la contaminación y ciertas enfermedades, está en el centro de su argumentario. Así surge la categoría de "Criadas", con base en una referencia bíblica en la que Jacob no puede tener hijos con su esposa, Raquel, y ésta le ofrece a su criada Bilhá. Así establecen que las mujeres fértiles sean separadas de sus familias para, después de una dura reeducación, ser entregadas a parejas de la clase dominante que no pueden tener hijos.

La ahora llamada República de Gilead decreta que el cuerpo de Defred -nombre formado por la partícula posesiva "de" y el apellido del Comandante al que es entregada- sólo sirve para procrear, tal como dictan las estrictas normas establecidas por la dictadura del país. Si Defred se rebela o no es capaz de tener hijos le espera la muerte o el destierro a unas Colonias en las que perecerá a causa de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla todos los aspectos de la vida de las mujeres. Pero nadie puede mandar sobre el pensamiento de una persona.


Reseña

Hacía tiempo que no leía una novela de género distópico. Siempre tendré en la memoria la maravilla que era Los Juegos del Hambre que a tantos nos marcó. Este género siempre me fascina por su concepción de plantear futuros horribles y, cuanto más plausibles son, más miedo despiertan. Pues eso es lo que he sentido durante la lectura de esta obra: pavor, terror, angustia.

Aparte de la decepcionante Fahrenheit 451, sólo he leído distopías que han sido escritas en los últimos años. Aquella es del año 1953 y, salvo por algunos elementos puntuales, fallaba estrepitosamente en lo que a pronosticar el futuro se refería. Sin embargo, ésta, que fue escrita en 1984, parece plenamente vigente. Más aún, resulta triste y terroríficamente plausible. De ahí el miedo que inspira. 

En la introducción, escrita por la autora recientemente (se sabe porque habla de la serie de 2017), cuenta unas notas autobiográficas que explican cómo pudo crear una historia tan verosímil. No sólo nació en 1939, viviendo la II G.M. siendo una niña, sino que cuando empezó con esta historia estaba en el Berlín de la época anterior a la caída del muro, esa época de espionaje, silencios y mucha cautela. Dice: "Sabía que el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana. Los cambios pueden ser rápidos como el rayo. No se podía confiar en la frase "Esto aquí no puede pasar". En determinadas circunstancias, puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar". Se está viendo. Más fuerte son los movimientos feminista, antiracista, pro-LGTB o antifascista, más dura es la respuesta conservadora que en muchos países se está imponiendo sin saber dónde tendrán su límite.

Ella misma creía que su historia podría ser excesiva, de ahí su esfuerzo en no inventar "nada nuevo", sino recuperar conceptos y darles una terrible segunda vida, sin necesidad de aparatos sacados de la ciencia ficción. Todo para hacer una distopía tan cercana en el tiempo que hoy pudiese estar ocurriendo. Por ejemplo, duele mucho que proclamas feministas de esos años (que aún son vigentes) como la lucha contra la pornografía o contra los asaltos sexuales puedan ser tergiversados por la corriente puritanista que empapa el libro para darles la vuelta y convertirlos en armas contra las mujeres. También está ahí de fondo lo que hoy en día se hace en los conflictos: violaciones de las mujeres del enemigo, robo de niños o su asesinato como formas de control. Es todo tan real, da tanto miedo.

Al igual que en la mayoría de obras de este género (al menos, las que he leído), la narración va en primera persona. Es inevitable sentir empatía por Defred, que nunca nos llega a decir su nombre (existe la hipótesis de que es June pues, cuando nos da una breve lista de nombres de Criadas en el edificio donde las están "reeducando", es el único que no vuelve a salir, además de ser el último de esa lista). Ella ha vivido el preludio de ese cambio, luego ha pasado de ser una mujer con su trabajo, su marido (para separarlos usan la excusa de que ella es su segunda esposa, lo que consideran adulterio), su hija, su libertad y hasta su identidad, a ser una esclava reproductiva. Vive todo el proceso de cambio y, lo que da más pavor, cómo se instaura poco a poco. La metáfora de la rana hervida es muy clara. Si metes una rana en una olla hirviendo, saltará antes siquiera de tocar el agua. Si la metes en agua fría y vas subiendo la temperatura poco a poco, la rana se atontará y morirá. 

El relato es bastante caótico, saltando de unos recuerdos a otros de Defred. La parte más lineal es la de su vida en la casa del Comandante y su Esposa. Entre medias hay una vorágine de memorias y reflexiones sin ningún orden. Pero que no os asuste este aspecto. Es (casi) imposible despegarse del libro. Atrapa de una manera en la que esperas la siguiente página de igual modo que la temes.

La pega del libro, aunque está justificada, no se puede obviar. Como la historia la narra Defred, sólo tenemos su perspectiva lo que, sumado a que en este mundo es casi imposible que haya alguien en quien confiar plenamente, le impide profundizar en una relación con nadie. Esto añade un punto de tensión ya que no se sabe qué piensan realmente los demás, que podrían estar o no de su parte, ser fieles o no al nuevo régimen de Gilead. Además, por lo que comenta la autora, el hecho de coger una narración testimonial para su historia le dio pie a que, igual que pasó con el Diario de Ana Frank y otros muchos testimonios históricos reales, el desenlace es brusco y nos deja infinidad de preguntas en el aire. El epílogo, que podría haber servido para endulzar un poco, nos deja un regusto final todavía más amargo.

Hacía tiempo que una lectura no me dejaba tan mal cuerpo como ha hecho ésta durante todas y cada una de sus páginas. Pero precisamente esta sensación indica todo lo intenso e impactante que es lo que narra. Por comparación, Los Juegos del Hambre era más brutal, más violenta, pero ésta es más terrible porque es más plausible. De un modo u otro, todo lo que narra o ha pasado o está pasando, se ha limitado a dar una vuelta de tuerca a muchas cosas que ya han sucedido en este planeta, lo que es espantoso.


No suelo añadir nada después de la nota pero esta vez voy a prolongar el texto porque quiero hacer un comentario sobre algo que me ha mosqueado. En la introducción, la autora responde a tres preguntas que le suelen hacer. La primera es si este libro es feminista. Su respuesta es: "Si eso quiere decir un tratado ideológico donde todas las mujeres son ángeles y/o están victimizadas en tal medida que han perdido la capacidad de elegir moralmente, no. Si quiere decir una novela en la que las mujeres son seres humanos -con toda la diversidad de personalidades y comportamientos que eso implica- y además son interesantes e importantes y lo que les ocurre es crucial para la temática, la estructura y la trama del libro, entonces sí".

Creo que Atwood aquí ha patinado en su primera mitad de la respuesta. El feminismo no considera a las mujeres como ángeles incapaces de todo mal. Nunca, jamás. Ella misma lo dice luego, tenemos diversidad de personalidades. Lo que sí se plantea es que una parte de ese mal que hacemos viene motivado por la propia sociedad patriarcal en que vivimos que nos empuja a pelearnos, envidiarnos y, en definitiva, a no hacer piña pues así seríamos más fuertes y lo que interesa es la división y el enfrentarnos entre nosotras, lo que nos quita tiempo para luchar contra ese sistema. Con todo, obviamente, sabemos que las mujeres son igual de capaces de hacer el mal. Y en cuanto a lo de víctimas, también creo que se equivoca. No hay nada de malo en reconocer que este sistema nos pone en situación de desventaja, inferioridad y que nos objetiviza. Joder, este sistema nos mata a decenas cada año sólo en España. Precisamente el feminismo es el que ayuda a empoderar para dejar de serlo. Al hilo de esto, me ha decepcionado confirmar la versión tan sesgada que tiene Atwood del feminismo, por ejemplo, en este artículo. Pero incluso siendo así, su obra es y será muy importante para el movimiento.

Luego, ya no en referencia a la autora sino por un par de comentarios que he leído quiero añadir algo más. En la trama del libro se da esta cita: "Mamá, pienso. Estés donde estés, ¿puedes oírme? Querías una cultura de mujeres. Bien, aquí la tienes. No es lo que pretendías pero existe. Tienes algo que agradecer”. Los hay que no pillan que esta cita es puro sarcasmo. Esto, sumado a la existencia de las Tías, que son las educadoras de las Criadas, señoras que unas sí, por convencimiento en la causa, otras por sadismo, otras por miedo de acabar en las Colonias o por tener un poco de poder en este mundo que les ha quitado todo a las mujeres, contribuyen a someter a sus congéneres. Hay gente que no sé si por maldad, incultura o desconocimiento cree que lo que se ha impuesto en Gilead es un matriarcado. Es la misma estupidez que se escucha mucho de "como mi madre era muy estricta, me crié en un matriarcado". Son hombres los que dan un golpe de estado en EE.UU. para instalar una teocracia. Son hombres los que quitan los derechos a las mujeres y luego las reparten en las categorías que mejor les conviene. Son hombres los que establecen una poligamia. Son hombres los que se saltan sus propios dogmas para vivir "aventuras" propias del mundo anterior. Que alguien se deje engañar o quiera engañar haciendo creer que esto es un matriarcado por el colaboracionismo de algunas mujeres, en muchos casos seguramente motivado por el miedo, me parece despreciable.

Como dice este artículo, el libro ES feminista. Superadlo.

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