Cuando me enteré, gracias a Magrat, que en su club de lectura, el Club Pickwick, iban a leer este clásico, me apunté de cabeza. Creía haberlo leído de pequeña y me apetecía una relectura, pero al haberlo completado ahora, me doy cuenta que me quedé en los primeros capítulos. Más vale tarde que nunca y así le hago la reseña que se merece.
La obra data de 1868 y cuenta con una continuación que aquí es conocida como Aquellas mujercitas, publicada en 1869, y que se sitúa cronológicamente cuatro años después del final de ésta que os traigo hoy reseñada. Me habría gustado hablar de ambas partes de una sola vez, pero contaba con que la edición que tenía en casa incluyese su continuación y no fue así, por lo que se queda pendiente.
Más desconocido puede ser para la mayoría que aún habría otra secuela más: Hombrecitos. Leí una versión, adaptada al público infantil, de pequeña que guardo con grato recuerdo y espero, una vez que me haga con la anterior, encontrar al mismo tiempo una edición completa de ésta... y su secuela. Sí, hay continuación y se titula Los muchachos de Jo. Espero poder cerrar algún día esta especie de tetralogía clásica con reseñas de todas sus partes.
Argumento
Cuatro hermanas, Meg (16), Jo (15), Beth (13) y Amy (12), están a punto de vivir una triste Navidad por la ausencia de su padre, que se halla inmerso en la Guerra de Secesión. Al menos cuentan con su querida madre y las atenciones de su fiel criada y amiga Anna.
Años antes, la familia vivía con todas las comodidades pero, al ayudar a un amigo, perdieron buena parte de su fortuna y se vieron obligados a vivir de manera mucho más ajustada. Meg empezó a trabajar de institutriz de unos niños ricos y mimados; Jo hizo lo propio como señorita de compañía de una anciana, no muy agradable, tía de su padre; la timidez de Beth le impedía estar en la escuela por lo que empezó a estudiar en casa y a colaborar en las tareas del hogar; y Amy, la más pequeña, seguía asistiendo a clases.
Años antes, la familia vivía con todas las comodidades pero, al ayudar a un amigo, perdieron buena parte de su fortuna y se vieron obligados a vivir de manera mucho más ajustada. Meg empezó a trabajar de institutriz de unos niños ricos y mimados; Jo hizo lo propio como señorita de compañía de una anciana, no muy agradable, tía de su padre; la timidez de Beth le impedía estar en la escuela por lo que empezó a estudiar en casa y a colaborar en las tareas del hogar; y Amy, la más pequeña, seguía asistiendo a clases.
Junto a ellas vive James Laurence, un anciano distinguido, y su única familia, su nieto Theodore (Teddy o Laurie), de la edad de Jo. Ambos entrarán en el cálido y divertido círculo de estas mujercitas, acompañándolas en sus alegrías y sus penas.
Reseña
Si no habéis leído la novela, seguro que, al menos, habréis visto alguna vez una de sus muchas adaptaciones al cine o, tal vez, hayáis visto su anime. O incluso podréis haber visto alguna representación basada en la historia. Es una de esas obras que, casi desde su publicación, se vio que estaba destinada a convertirse en un clásico inmortal.
Mujercitas es un fiel reflejo de la sociedad de su época, tanto en lo bueno como en lo malo. Queda patente el machismo y el clasismo de la época, por lo que habrá muchas cosas que nos harán torcer el gesto, algo inevitable cada vez que se lee un clásico pero que hay que entender por la época en que se escribió. Aún así, al igual que sucede en las novelas de Jane Austen, sus protagonistas femeninas rompen algunas de las ataduras que inmovilizaban a las mujeres. En ese aspecto, será Jo quien cobra mayor protagonismo por su forma de ser, que procura alejarse de lo que se espera de una señorita, ya que sueña con ser una escritora que se pueda mantener, a ella y a su familia, por su cuenta. Se sabe que hay bastante de la autora y su biografía en este personaje, lo que aún la humaniza más.
Por otro lado, cada una de las cuatro hermanas representa un pecado o un defecto y, de esta manera, la autora pone en práctica sus intenciones pedagógicas, defendiendo siempre la libertad, la decisión individual, el sentido práctico y la seguridad moral. Aquí es donde vería yo su punto más flojo: hay capítulos dedicados a una o varias hermanas que acaban suponiendo una clase de moral para superar esos defectos: la timidez de Beth, el egoísmo de Amy, la vanidad de Meg o los accesos de rabia de Jo. Aunque nos permiten conocer más a las chicas, lo cierto es que son capítulos en que apenas hay avances en la trama y el toque moralizante cristiano chirría a ojos actuales. Si conseguimos abstraernos a estos aspectos, es cierto que queda un bonito mensaje de amor, apoyo y perdón hacia la familia.
El tono general es costumbrista, de vida del día a día con los pequeños y no tan pequeños problemas a los que se enfrentan. Sólo en la recta final empieza a aparecer el tema romántico. Mucho más importante será, al menos en esta primera parte de la tetralogía, los lazos familiares y la evolución de cada una de las mujercitas. Es casi imposible no cogerles cariño a todas, incluso a la Amy más desquiciante, y acabar llorando cuando se encuentren con algunas dificultades (se me han saltado las lágrimas en un par de pasajes). Es una novela sencilla pero muy humana y creo que ahí radica la clave de su éxito a lo largo de todos estos años.
Es una obra dulce, pero no ñoña (salvo quizás en su arranque), con un enfoque feminista rompedor para lo que sería la época que se refleja en la importancia del grupo de mujeres, hermanas, que hace piña con los problemas; el chico principal de la historia debe ser aceptado por las chicas; la forma de ser de Jo y su deseo de independencia económica; que se llegue a plantear que es mejor la soltería a casarse sin amor... Por su puesto es una novela de su época y será inevitable lamentar algunas ideas o reflexiones, pero por eso mismo hay que alabar los pasitos que da.
Poco más puedo añadir. Es una historia cargada de sentimientos y con unas protagonistas inolvidables, sobre todo las dos hermanas medianas:Jo y Beth. Como ya he dicho, me sobra el toque de enseñanzas moralista, pero eso no me ha empañado una lectura maravillosa.
Mujercitas es un fiel reflejo de la sociedad de su época, tanto en lo bueno como en lo malo. Queda patente el machismo y el clasismo de la época, por lo que habrá muchas cosas que nos harán torcer el gesto, algo inevitable cada vez que se lee un clásico pero que hay que entender por la época en que se escribió. Aún así, al igual que sucede en las novelas de Jane Austen, sus protagonistas femeninas rompen algunas de las ataduras que inmovilizaban a las mujeres. En ese aspecto, será Jo quien cobra mayor protagonismo por su forma de ser, que procura alejarse de lo que se espera de una señorita, ya que sueña con ser una escritora que se pueda mantener, a ella y a su familia, por su cuenta. Se sabe que hay bastante de la autora y su biografía en este personaje, lo que aún la humaniza más.
Por otro lado, cada una de las cuatro hermanas representa un pecado o un defecto y, de esta manera, la autora pone en práctica sus intenciones pedagógicas, defendiendo siempre la libertad, la decisión individual, el sentido práctico y la seguridad moral. Aquí es donde vería yo su punto más flojo: hay capítulos dedicados a una o varias hermanas que acaban suponiendo una clase de moral para superar esos defectos: la timidez de Beth, el egoísmo de Amy, la vanidad de Meg o los accesos de rabia de Jo. Aunque nos permiten conocer más a las chicas, lo cierto es que son capítulos en que apenas hay avances en la trama y el toque moralizante cristiano chirría a ojos actuales. Si conseguimos abstraernos a estos aspectos, es cierto que queda un bonito mensaje de amor, apoyo y perdón hacia la familia.
El tono general es costumbrista, de vida del día a día con los pequeños y no tan pequeños problemas a los que se enfrentan. Sólo en la recta final empieza a aparecer el tema romántico. Mucho más importante será, al menos en esta primera parte de la tetralogía, los lazos familiares y la evolución de cada una de las mujercitas. Es casi imposible no cogerles cariño a todas, incluso a la Amy más desquiciante, y acabar llorando cuando se encuentren con algunas dificultades (se me han saltado las lágrimas en un par de pasajes). Es una novela sencilla pero muy humana y creo que ahí radica la clave de su éxito a lo largo de todos estos años.
Es una obra dulce, pero no ñoña (salvo quizás en su arranque), con un enfoque feminista rompedor para lo que sería la época que se refleja en la importancia del grupo de mujeres, hermanas, que hace piña con los problemas; el chico principal de la historia debe ser aceptado por las chicas; la forma de ser de Jo y su deseo de independencia económica; que se llegue a plantear que es mejor la soltería a casarse sin amor... Por su puesto es una novela de su época y será inevitable lamentar algunas ideas o reflexiones, pero por eso mismo hay que alabar los pasitos que da.
Poco más puedo añadir. Es una historia cargada de sentimientos y con unas protagonistas inolvidables, sobre todo las dos hermanas medianas:Jo y Beth. Como ya he dicho, me sobra el toque de enseñanzas moralista, pero eso no me ha empañado una lectura maravillosa.