Cierro el mes de marzo con mi última lectura, uno de esos clásicos modernos que se consideran de imprescindible lectura. Y sí, estoy de acuerdo. No obstante, ya aviso que no es una lectura fácil por muchas cuestiones que ahora comentaré. De hecho, la he tenido que espaciar bastante y me ha durado mucho más de los habitual para ese número de páginas. Puedo decir que se me atragantaba por momentos. Con todo, ha merecido la pena leerlo. De esta historia procede la mítica figura del "Gran Hermano" que todo lo ve y hay muchos elementos sobre los que te invita a reflexionar y con los que se pueden hacer paralelismos con el mundo actual.
Argumento
Winston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad. Su cometido es reescribir la historia, ironizando así el ideal declarado en el nombre del Ministerio. Tras años trabajando allí, Winston es consciente de que los retoques de la historia en los que consiste su trabajo son sólo una parte de la gran farsa en la que se basa su gobierno, liderado por el Partido que sigue unos principios llamados Ingsoc (Socialismo Inglés). Éste, a su vez, está encabezado por el llamado Gran Hermano, un hombre cuyo rostro está en todas partes y que aseguran que siempre les está vigilando. Desde luego, si no es él personalmente, las llamadas telepantallas, que muestran imágenes continuamente a la vez que permiten ver a quienes tienen delante, son dispositivos de los que es casi imposible escapar. Hay que suponer que siempre habrá un miembro de la "Policía del pensamiento" atento al otro lado.
En su ansia de evadir esa omnipresente mirada, Winston encuentra un refugio en el barrio de los proles y el amor de una joven rebelde llamada Julia, también desengañada del sistema político.
Juntos, Winston y Julia se afilian a la Hermandad a través de O'Brien. Éste es un miembro de la parte más alta del Partido con quien Winston siente una conexión, ve en él a un hombre que piensa igual. Este grupo de resistencia está dirigido por Emmanuel Goldstein, un personaje casi tan ubicuo y omnipresente como el propio Gran Hermano, el 'Enemigo del Pueblo', traidor a la Revolución y escritor de 'El Libro'.
Reseña
Como decía, no me parece que sea una lectura fácil, ni adecuada para todo el mundo y, mucho menos, disfrutable. Intentaré explicarme al respecto de cada uno de estos aspectos.
Por un lado no es una lectura fácil por su densidad. Hay muchas reflexiones políticas, sociológicas, históricas o antropológicas que son interesantes, pero quizás abruman por su exceso y por lo mal integradas que están. Los diálogos escasean, realmente apenas suceden cosas, hay cierto tono pedante y resulta muy redundante en muchas de las reflexiones que hace e informaciones que da. En definitiva, una lectura que se hace cuesta arriba, aburrida por momentos, y que no creo que se pueda leer de un par de tacadas, sino de manera más dosifica. Al menos, ése ha sido mi caso.
Luego, que no es adecuada para todo el mundo ni será disfrutable es evidente por el hecho que es una lectura dura. No por nada el libro pertenece al género de la distopía y llega a ser realmente brutal cómo presenta el régimen dictatorial y las herramientas que éste usa para mantener el control de la gente. Quizás el punto más perturbador es la forma de retorcer las palabras (la "neolengua"), el camuflar con palabras bonitas los horrores, lo que se evidencia en los nombres de los Ministerios (el de la Verdad es el de propaganda, engaño y falsificación; el del Amor es el encargado de la represión, torturas o control de los ciudadanos; el de la Paz se encarga de la guerra contra los otros dos super-estados creados a mitad del S.XX. y el de la Abundancia controla el racionamiento y la escasez) o en los eslóganes como "La guerra es paz", "La libertad es esclavitud" o "La ignorancia es fuerza". Si hay algo con lo que se pueda hacer paralelismo con el presente diría que es esto. Por ejemplo, al respecto de que haya una "neolengua" por la cual los hombres pueden ser mujeres, las mujeres dejamos de serlo para ser "personas menstruantes" o "uteroportantes", la explotación sexual es empoderamiento y la explotación reproductiva es altruismo.
De todos modos, en cuanto te paras a pensar, nada de lo planteado por Orwell se sostendría. Según el libro, tras las telepantallas que observan "a todo el mundo" debe haber alguien que controle a la gente. ¿Quién controla a los controladores cuando nadie está libre de sospecha en ese mundo? Es imposible que esto fuese viable. ¿Cuántas pantallas podría vigilar cada controlador? ¿Cuántas horas tendría cada uno de esos turnos? Además, no es sólo vigilar visualmente, que aún se podría abarcar a un grupo pequeño, más o menos, sino también escuchar lo que dijesen y eso ya sí que es totalmente imposible. Si al menos hubiese hecho un ejercicio imaginativo planteando algo similar a lo que hoy en día serían las inteligencias artificiales, todavía tendría sentido, pero no: son humanos observando a otros humanos 24h al día por miles de estos dispositivos. Curiosamente, son dispositivos que parece que nunca se estropean a diferencia de, por ejemplo, ascensores o tuberías de un país ruinoso. Y aquí otra pega de la historia y es que salvo por el elemento de las telepantallas, no hay nada que sea capaz de imaginar el autor para ese futuro distópico, todo son elementos contemporáneos a su época. ¿Sirve de excusa que se diga que toda la investigación está pensada para armas y la guerra? Personalmente, no, no me sirve de excusa. Fahrenheit 451 al menos sí tuvo su dosis de creatividad para justificar su planteamiento y que tuviese sentido.
Lo más curioso es que realmente lo de que se vigila a "todo el mundo" es falso. Según el libro, irónicamente, se observa a los miembros del Partido, tanto los de escala superior (gobernantes) como los que podríamos decir que son el funcionariado. Al grueso de la población, los "proles" (proletarios), se les deja sin observación porque los considera sin intelecto ni capacidad organizativa. Con decir que hay algunos policías del pensamiento que van vigilando para detectar a alguno que sobresalga, ya se supone que tenemos que creer que está controlada la gente. Es decir, el autor plantea que el 85% de la población que vive en la miseria no se va a rebelar nunca y lo justifica con que en el pasado no hubo revoluciones desde abajo, sino desde estamentos medios que se aprovecharon de la masa popular para escalar hasta el poder y ya volver a un orden parecido al anterior sólo con un cambio en la cima. Como en su sociedad los estamentos medios o son fieles al Partido o se van "vaporizando", no existirá un peligro real de cambio de sistema nunca. Me gustaría escuchar lo que dirían algunos historiadores de esta visión de Orwell de las revoluciones.
Esto también me lleva a preguntarme cómo sobrevivirá el Partido. En el libro se elimina a uno que es totalmente fiel pero parece ser demasiado inteligente. Se eliminan a los que son fieles pero meten la pata con algún desliz. Los hijos denuncian a los padres y se les cree. Los vecinos se denuncian entre sí. A ese ritmo, este sistema no puede durar porque se destruiría a sí mismo.
También hay que considerar un poco la biografía del autor. Éste escribió el libro hacia 1948, poco después de la Segunda Guerra Mundial, habiendo pasado anteriormente por la Guerra Civil española. Teniendo una ligera idea de esto una pensaría que los elementos que le inspirarían serían el horror nazi y fascista, pero lo cierto es que el libro destila mayormente puro anticomunismo por la forma en que retorció los principios e ideales de éstos y las referencias que cogió de la URSS y sus líderes. Si no me creéis en lo dicho hasta ahora, quizás creáis a Isaac Asimov que analizó esta obra y a su autor en un artículo cuando se acercaba el año 1984. Lo podéis leer en español aquí y es realmente interesante.
Con todo, lo que más me chocó es el tufo misógino del libro. Hasta Asimov en ese artículo ya lo señala. No sé si el autor lo sería de una manera tan descarnada, pero el desprecio que se muestra por las mujeres en general en este libro es brutal. Sirva como muestra más evidente este fragmento.
No tengáis muy en cuenta la traducción,
es una edición venezolana que me salió por 3,5€.
¿Está justificado en el resto del libro? No. Como dije en un tuit en que subí esta misma imagen (y que menuda me liaron), me parece una muestra de lo que actualmente llamaríamos incel (célibe involuntario). Un hombre que, como no puede tener sexo con una mujer atractiva, acaba fantaseando con violarla y hasta acabar con ella. Ese nivel de detalle gráfico de su fantasía y de odio que se describe ahí no se ve replicado con ningún hombre, ni siquiera con el mismo partido que es el que restringe las relaciones sexuales. Curiosamente, en otro punto del libro se dice que el Partido tolera bastante la prostitución siempre que no se reincida demasiado. Además, no es sólo hacia esa mujer que Winston resulta odioso, podríamos añadir su vecina o los flashbacks con su madre y su hermanita enferma. Y se podrá intentar justificar como se quiera, pero esos pasajes hablan por sí mismos. En definitiva, que Winston es un protagonista con el que es imposible sentir empatía entre unas cuestiones y otras. No nos interesa lo que le pasa y eso encima hace más insufrible la novela ya que seguimos su punto de vista.
Aparte de él, Julia es el único personaje con algo de relevancia en la trama. Una vez la conocemos, sí que creo que la misoginia del libro no es del personaje de Winston sino del propio autor. ¿Os hago un pequeño destripe? Julia es la chica de ese pasaje que he subido en foto. Sí. Se vuelve la amante del protagonista. ¿Y creéis que él le ocultaría esas ideas tan majas que tuvo? Pues no, se lo confiesa... ¡y ella encantada! Aparte de eso es retratada con pocas luces, frívola y superficial. En el refugio, con Winston, confiesa que lo que desea es poder maquillarse y ponerse vestidos. Se duerme cuando Winston lee en voz alta "El Libro" porque es demasiado denso (que en parte la entiendo...). Su personaje acaba resultando insultante como mujer.
Luego, aunque de manera muy puntual, también se cuela la homofobia que el autor sentía, lo cual resulta hasta gracioso cuando en el libro Winston siente una idolatría casi pasional por O'Brien.
Y a pesar de todo lo dicho, la lectura ha merecido la pena. Siempre tiene su interés conocer los clásicos y hay muchos elementos de esta obra que han trascendido por los que quería ver su origen y tener una imagen global de la obra. No obstante, es una lectura densa, opresiva y muy oscura. Incluso para el género de la distopía es especialmente amarga y carente de toda esperanza. Quizás por eso, el desenlace, que va acorde al tono del resto del libro ha sido la única parte que ha conseguido despertarme algún sentimiento aunque no sea precisamente positivo. No coincido con el tono pesimista y triste que le da el autor. No hay ningún personaje que resulte tener rasgos positivos. Parece que por vivir en un régimen dictatorial los sentimientos y valores humanos desaparecen por completo y no me lo creo.
En definitiva, no creo que vuelva a leer el libro. Ha estado bien conocer el clásico de primera mano pero me temo que está tremendamente sobrevalorado. Como novela es aburrida y los personajes son de cartón-piedra. Las reflexiones interesantes que sí que tiene se pierden en un exceso de texto redundante, lo que es una pena porque no supo integrarlas en una trama en la que realmente pasase algo. Es completamente inviable e increíble lo que plantea, tanto en la parte práctica como en la sentimental. De todos modos, la puntilla la da la misoginia y el anticomunismo tan descarados con los que no puedo tragar.