sábado, 15 de julio de 2023

Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl

Hace ya bastante tiempo, en 2014, hice la reseña de Matilda, libro que leí entonces por primera vez lamentando no haberlo hecho de niña para contrastar impresiones aunque sí tenía el recuerdo de la maravillosa película que adaptaba la historia. Ahora, motivada en parte por las noticias que llegaban de que querían censurar los polémicos pasajes de las obras de Roald Dahl me decidí a leer otro de sus cuentos y éste fue el elegido. En este caso, a diferencia del anterior, he llegado sin tener ni idea de la historia pues no he visto ninguna de las adaptaciones.

AVISO: Normalmente evito los destripes en las reseñas, pero lo cierto es que esta vez he querido comentar varias cosas para las que necesitaba hacerlos. Si, como yo hasta ahora, aún no conocéis esta historia, quizás os quito parte de la sorpresa si leéis mi opinión.

Argumento

Charlie Bucket vive en una pequeña casa de madera con sus padres y sus cuatro abuelos. El único sueldo que entra es el del padre y no da para mucho, ni siquiera para comprar camas para todos y es que la única que hay en la casa está reservada para que duerman ahí los cuatro ancianos.

A Charlie le encanta el chocolate, pero se tiene que conformar con la chocolatina que su familia le regala cada año por su cumpleaños. Cada día que va a clases, además, pasa por delante de la fábrica de chocolate de Willy Wonka de la que salen aromas deliciosos. El propietario es un genio extravagante que lleva diez años sin ser visto por la gente y del que se cuentan historias asombrosas.

Un día, en el periódico sale un anuncio del mismísimo Willy Wonka. Ha escondido cinco billetes dorados en cinco de sus chocolatinas. Los cinco niños, acompañados de hasta un par de adultos, que den con ellos podrán visitar la fábrica y recibirán desde ese día un cargamento de chocolatinas para toda su vida. El cumpleaños de Charlie se acerca, ¿le tocará uno de esos maravillosos billetes en la chocolatina de su regalo?

Reseña

Cuando se lee una historia infantil hay que pensar que una ya no es el público objetivo de esos relatos, pero se pueden disfrutar igual si tienen algo que contar y no tratan a la infancia como idiotas. Sin duda, las historias de Roald Dahl cumplen con esto. De todos modos, aunque sí, la he disfruta, no se acerca a lo que fue la historia de la niña que leía mucho.

Para empezar, Charlie es un protagonista sin chispa alguna. Es demasiado bueno y anodino. Además, desde el momento que entra en la fábrica (es obvio, sino no tendría sentido el libro), pasa a ser un mero observador, todo el protagonismo recae en Willy Wonka y el niño apenas tiene un par de líneas de diálogo de ahí en adelante. La estructura se vuelve repetitiva y el final es muy predecible.


A ojos infantiles, sin duda el libro brilla por el despliegue de maravillas de la fábrica. El sitio es una especie de universo paralelo donde todo se va alejando cada vez más de la realidad: hierba comestible, un río de chocolate, un ascensor multidireccional que parece una montaña rusa... A esto se suman las delicias que se fabrican, algunas normales pero también extrañas y absurdas invenciones. Y como director de orquesta, Willy Wonka, un tipo impredecible que no se sabe con qué va a salir a continuación.

Por otro lado, el mensaje para peques que se lanza está cargado de moralejas. Aparte de Charlie, los otros cuatro niños que encuentran el billete dorado son a cada cual peor y es muy evidente cómo representan pecados capitales que castigar: gula, orgullo, avaricia e ira. Augustus Gloop es un glotón incapaz de controlarse; Veruca Salt es caprichosa y está mimada hasta el absurdo y Mike Tevé está enganchado a la tele y se pone violento si no le dejan verla todo lo que quiere. Queda Violet Beauregarde pero debo decir que su descripción no me parece tan grave en comparación al resto. Se pasa el día mascando chicle y ha batido un récord. Es respondona y un tanto maleducada, pero nada demasiado exagerado por lo que se la llega a conocer. 

Cada uno recibirá en la fábrica un escarmiento por su mal comportamiento. Escarmientos que parecen desproporcionados y excesivamente peligrosos, diría que Willy Wonka peca de sadismo y de regocijarse en el sufrimiento de los críos, por mucho que mereciesen una lección. Por supuesto, como relato infantil, no llega la sangre al río (de chocolate), nunca mejor dicho, pero que los niños salen de la fábrica con traumas que les obligarán a ir a terapia, sin duda. Así le queda la idea a quienes leen el libro que, si se portan mal, se verán castigados y, si son buenos como Charlie, las cosas les irán bien al final. 


Para quienes leemos la historia ya de mayores, y a poca conciencia política que se tenga, se ven cosas muy feas. Lo primero es todo el contexto de pobreza en el que vive Charlie y su familia. Te hace preguntarte si no existen los servicios sociales y las ayudas en este universo. Esto contrasta con el capitalismo desaforado de Wonka y su fábrica, un imperio que se sostiene en trabajo esclavo, en pura explotación de todo un pueblo. Incluso se narra como si tal cosa que alguno ha debido morir en los experimentos de Wonka. Entiendo que aquí estará lo que querían censurar del libro, pero esto lo deberían dejar para que padres y madres les expliquen a sus peques por qué el trasfondo de eso está mal.  

A ojos de adulta, la auténtica moraleja que queda al final es "si eres pobre, gana la lotería". Básicamente eso es lo que supone para Charlie ganar el billete dorado. Lo irónico de esto es que, de retratarle como un niño bueno y generoso, su gran logro sucede gracias a un momento de egoísmo que tiene. Resulta hasta contradictorio con lo visto antes que le sucede a los otros niños.

Un punto en común que tiene este libro con Matilda es el desprecio a la televisión como "caja tonta". Tanto Mike Tevé como los padres de Matilda viven enganchados. Y en ambas historias, en contraposición a esto, muestra su amor por los libros. Como siempre, todos los extremos son malos. La televisión es un medio de entretenimiento más, también de información, sobre todo en esa época, así que tiene obvias virtudes. Al final es un mensaje bastante manido éste de criticar la tecnología por el mal uso que se llega a hacer de ella. Nos podemos imaginar lo que diría hoy en día ante los ordenadores, tablets o móviles, ¿verdad?

En definitiva, un libro infantil que por momentos llega a ser un tanto terrorífico. Entretiene y, sin duda, te abre el apetito (confieso haber parado la lectura para comer una porción de chocolate). Tiene elementos fantásticos y personajes míticos por los que merece la pena darle una oportunidad, pero no me parece lo que se diría un imprescindible.

1 comentario:

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