viernes, 9 de septiembre de 2016

Reseñas del Maratón Breve (4): Elogio de la sombra y Viento del Este, viento del Oeste

Para este reto de lectura decidí hacer mini-reseñas de lo que iba leyendo y así procurar que todo tuviese una pequeña opinión, aunque sólo sean un par de párrafos. Además, voy a intentar agruparlas de dos en dos (puede que en alguna entrada haya más, según el contenido), procurando seguir una temática común para que haya cierta relación entre los libros. En esta entrada se ha dado una combinación tan perfecta de temáticas que ni yo misma me creo la buena selección que he hecho y es que ambas hablan sobre el choque cultural de Oriente y Occidente en unos años muy próximos: 1933 una y 1929 la segunda. Si no fuese porque una obra está pensada en Japón y la otra se desarrolla en China, la coincidencia habría sido absoluta. Por orden de lectura, están aquí las lecturas #8 y #9 de la maratón.

El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki

En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra.

En este ensayo clásico, escrito en 1933, Junichiro Tanizaki va desarrollando con gran refinamiento esta idea medular del pensamiento oriental, clave para entender el color de las lacas, de la tinta o de los trajes del teatro ; para aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o de los reflejos velados en la pátina de los objetos; para prevenirnos contra todo lo que brilla; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío.

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Dejamos las novelas y cuentos a un lado para pasar a un ensayo. Lo recomendaron en clase varios profesores universitarios y lo adquirí hace años, pero no lo llegué a completar. A fin de cuentas, no deja de ser un texto que da vueltas sobre el tema de las sombras orientales frente a la claridad occidental con numerosos objetos, lugares o detalles en los que se detiene: los aseos, la vajilla y cubertería, los distintos aparatos de calefacción, monasterios, restaurantes, estilos tradicionales de teatro...

La reflexión es interesante pero no me puedo quitar de la cabeza dos ideas que se vislumbran en el fondo del texto y que me han mosqueado. La primera es que tiene cierto tufo de exaltación de lo nacional, rechazando lo que viene de fuera. La segunda es que parece un texto, muy bien escrito, eso sí, de cualquier persona mayor que echa pestes de la modernidad y los avances de su tiempo y siente con nostalgia lo pasado. Seguro que ambas ideas os suenan y no os traen buenos recuerdos.

Puedo entender que los matices de las sombras, los recovecos oscuros, los grandes aleros de las construcciones tradicionales y que oscurecen el interior tengan su encanto, pero cuando habla de cómo las mujeres nobles se veían recluidas en oscuras estancias, pongo en duda las virtudes de tanta oscuridad.

Un interesante librito para conocer algo más de este lejano país y ver las diferencias entre mundos tan distintos. El tema es interesante pero lo que he leído entre líneas no me ha convencido tanto. Si, como yo, nunca os habéis animado a leer algo de tipo ensayo, éste puede ser una buena opción dada la brevedad, el lenguaje sencillo y el hablar de un país con una cultura tan fascinante como Japón.



Viento del Este, viento del Oeste, de Pearl S. Buck

La joven Kwei-lan, hija de un rico patriarca chino, acaba de contraer matrimonio. Su marido, cuya educación ancestral se ha desvanecido en gran medida por influencia de la cultura occidental al estudiar medicina, rechaza inicialmente a la esposa al entender que ésta ha sido obligada al matrimonio, igual que él mismo. Él quiere que ella sea su igual y eso, para Kwei-lan no tiene ningún sentido con todo lo que le han enseñado desde muy pequeña.

Después de probar lo que se suponía que gustaba a los hombres, la joven no tendrá más remedio que empezar a entender las nuevas costumbres y usos, algunos en contradicción con aquellas convicciones en las que fue educada, si desea conseguir el amor de su marido. 

No obstante, lo más duro llega cuando el choque entre las culturas de Oriente y Occidente genere difíciles situaciones familiares que nunca se había planteado siquiera que se podrían dar. Todo porque su hermano se ha enamorado de una estadounidense.

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¿Veis a lo que me refería con la perfecta combinación de libros en esta entrada? Mientras que el ensayo anterior divagaba entre la esencia misma de las diferencias y cada uno de los objetos y/o lugares donde se produce el choque, en esta novela se hace hincapié en las vidas, sobre todo en las de las mujeres, y las costumbres que tiemblan con la modernidad occidental que llega a Oriente. 

Quizás el punto más concreto y significativo de este choque para Kwei-lan es la tradición de los pies vendados de las mujeres, para hacerlos lo más pequeños posibles y así impedir su crecimiento. Era una costumbre brutal que deformaba dolorosamente los pies. Esta parte marca un importante punto de inflexión en la obra.

Aún así, es triste que el matrimonio sólo la lleve a cambiar y adaptarse a las ideas de su marido, diferentes de las que le habían inculcado. Los cambios que Kwei-lan va realizando sólo son para que su marido la ame al fin, no por ella misma. Aunque esto no deja de ser lógico dada la forma en que ha vivido toda su vida. Si ha sido educada para agradar, es lo que sigue haciendo aunque para ello deba de cambiar lo que entendía por atractivo.

Por otro lado, y habiendo leído la biografía de la autora (aquí), se aprecia su respeto al mundo chino. La forma en cómo cuenta la historia en primera persona desde el punto de vista de una joven china es sublime. Se nota que vivió en el país lo suficiente para poder meterse en su cultura y entenderla hasta el punto de resultar totalmente creíble la narración. Con todo, creo que cae en la visión parcial de una occidental que rechaza usos y costumbres que entiende como atrasos, de manera más que justa, pero ignorando o minusvalorando también una serie de valores como el respeto a los mayores. Me parece la otra cara de la moneda del ensayo mencionado más arriba. 

Creo importante destacar que la novela tiene dos partes. Mientras que en la primera es Kwei-lan la absoluta protagonista, en la segunda se convierte en observadora y narradora de la historia de su hermano. Así, las vidas de ambos acaban representando en toda su magnitud el choque cultural, más gradual y llevadero el de ella y más radical el de él.

Poco más que decir. Quizás que puede sorprender que una obra tan buena sea la primera novela de la autora. Cuesta cogerle cariño a la voz protagonista por empezar siendo una chica tan sumisa y obsesionada con agradar a un marido al que conoció el día de su boda, pero su evolución, aunque motivada por ese mismo deseo, llevan a expandir su mente y ver otras realidades. Además, es una chica tan dulce además de ingenua que es imposible no cogerle cariño. Una elección perfecta para conocer algo más de la China más tradicional justo en los años en que empezaba a cambiar. Una joya magníficamente escrita y muy instructiva de esa época histórica.

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