Salvo por mi lectura de Asesinato en el campo de golf el día del famoso apagón, llevaba sin leer un libro desde que cayó Gunelle, la primera parte de la trilogía El Clan de Mallaig. Me apetecía sumergirme de nuevo en una novela y elegí continuar con el siguiente libro que hoy os reseño. Por no dejar la trilogía a falta del último, supongo que caerá a continuación.
Como es inevitable, algún destripe del primero de la serie caerá, pero he procurado que no sea nada importante.
Argumento
Año 1437. Baltair el joven, llamado así en honor a su difunto abuelo, es el hijo de 12 años de Iain y Gunelle, actuales líderes del clan MacNèil. El pequeño adora a su padre y desea que pronto llegue el momento de ser nombrado caballero. Mucho antes de ese importante día, tendrá que realizar para su padre una misión de gran trascendencia para que no parezca que el clan ha traicionado a la corona después del asesinato del rey Jacobo I.
El teniente Lennox, que años antes fue escolta de Gunelle, dejó finalmente la casa de los Keith para quedarse con la joven en las Highlands y ponerse a las órdenes de Iain, convirtiéndose en su primer consejero y gran apoyo. Se casó con Angusina, una dama del clan MacDonnel, y tuvieron una hija llamada Sorcha que ha cumplido 10 años. Instalados en Morar, uno de los territorios adscritos al clan cerca de Mallaig, tuvieron una visita que les trastocaría la vida para siempre. Eachan, hermano de Angusina, fue uno de cómplices del regicidio y buscó refugio en su hogar. La única solución que Lennox encontró para evitar las sospechas en el clan y mostrar su fidelidad a la corona fue volver al ejército y mandar a Sorcha y a su madre a un convento en la isla de Iona, lugar conocido por ser el monasterio cercano un importante destino de peregrinaje.
Sorcha y Baltair no se conocían, pero a partir de entonces empezaron una correspondencia durante años que de un modo u otro les acabaría salvando a ambos.
Reseña
Para empezar, un consejo que os doy es que si adquirís el libro o buscáis más información de él en las redes, ni se os ocurra mirar el argumento que dan. No sólo porque lo que cuenta se da a partir de su ecuador, sino porque incluye un destripe demoledor, especialmente si se ha leído el anterior, Gunelle. ¿Por qué han hecho eso? Bueno, en parte lo entiendo. El libro y la trilogía como tal están catalogados dentro de la romántica histórica, así que ponen el foco en esa parte de la trama, aunque suceda bien avanzado el libro y tenga un peso muy inferior respecto a la mayoría de historias que te puedes encontrar en el género. No obstante, no sé si es una buena estrategia pues el resultado habrá debido ser decepcionante para no pocas lectoras.
Estructurado en tres partes, tenemos la primera que va de 1437 a 1440, la segunda llega hasta 1443 y la tercera y final, a partir de ese año. Es decir, si echáis cuentas, para este último año, Sorcha tiene 16 y Baltair, 18. Son poco más que adolescentes a ojos actuales, aunque esas edades ya implicaban gran madurez en esa época. Quizás por esto la autora no quiso darle a la parte romántica un peso tan destacado como en otras historias y prefirió contar un romance más juvenil y secundario en una trama con muchos más elementos.
Lo cierto es que el libro tiene mucho más de costumbrismo y aventuras que de romance, incluso se adjunta un mapa al inicio con los viajes que realizan ambos protagonistas. Vemos crecer a la pequeña Sorcha en el convento y aprendemos de la vida en un lugar así, sus costumbres y rutinas, su trabajo como hospedería de peregrinas, su organización y sus recursos. Pero la joven también tendrá sus pequeñas aventuras, aprenderá de remedios hechos con las plantas cultivadas en el huerto y conocerá a un peculiar monje pescador que le tomará gran cariño y con quien descubrirá incluso algún tesoro hundido. Y eso por no hablar de lo que vivirá a partir del año 1443. Luego, con Baltair seguiremos la vida en el castillo de Mallaig y él también tendrá su propia aventura de mucho mayor peligro. Entre medias, algunas cartas intercambiadas entre ambos a las que se sumará Gunelle. Debo decir que he disfrutado bastante toda esta parte, por más que no fuese lo que esperase leer en una novela de este tipo. Sí que dado el inicio tan potente con el asesinato del rey, esperaba que el libro tuviese un tono más político. Al final, ese incidente sólo sirve de punto de partida de la historia.
Al igual que me pasó en el libro anterior con Gunelle, Sorcha me parece de lo mejor que tiene la novela. La protagonista vuelve a ser una chica inteligente y decidida, una niña que a medida que crece tiene muy claro que no piensa tomar los hábitos de monja. La autora le hará pasar varios momentos muy malos y es inevitable sentir empatía por ella y su dolor. Luego, Baltair supera de lejos a su padre, lo cual no era difícil con lo capullo que fue buena parte del libro anterior. Tiene sus defectos propios como ser orgulloso, infantil incluso cuando ya ha llegado a la edad de ser caballero, y un tanto presumido. No obstante, también es valiente, pero cauto; sabe cuándo usar la fuerza y cuándo el cerebro.
Por comentar la parte romántica como tal, es bonita pero terriblemente precipitada y poco creíble con el espacio que tiene para desarrollarla. De niños, antes de que Sorcha se marchase al convento, no habían tenido contacto. Su relación empieza con las cartas, una correspondencia que inicia Baltair por obligación y que sigue con poco interés hasta que su madre le toma el relevo. Lo más que se puede decir es que llegasen a ser amigos gracias a esas misivas, no hay una pizca de romance en ellas. Cuando finalmente se encuentran, al libro apenas le quedan 100 páginas para desarrollar a la pareja como tal. Lo consigue, sí, pero no puedo negar que le habría venido bien tener más espacio, más dado que ese centenar de páginas ni siquiera es para ellos solos, hay muchos sucesos más que se producen y varios obstáculos que se superan demasiado fácilmente.
Otro punto débil del final es que deja varios hilos sueltos muy importantes a la imaginación del lector. Uno es un conflicto con otro clan que durante el libro ha generado varios problemas y pérdidas de gravedad en Mallaig; otro es el destino de Angusina, la madre de Sorcha; y, por último, una herida que se hace Baltair no queda claro si tendrá secuelas definitivas o se recuperará del todo. Cabría pensar que el último libro de la trilogía, Lite, podría servir para cerrar esto, pero es una precuela con el padre de Iain, Baltair ("el viejo"), de protagonista. Por tanto, Sorcha se puede considerar el cierre de la historia de El Clan de Mallaig y eso quizás hace que el final algo cojo y precipitado sea un cierre un tanto agridulce.
Hablando del primer hilo suelto, al respecto de las pérdidas en Mallaig, [destripes de este libro] es la primera vez que, leyendo la continuación de una serie de romántica, la autora se carga al protagonista de su libro anterior. De hecho, esto es el destripe que comentaba más arriba que habían puesto en el argumento y me alegro de no haberlo leído de este modo. El impacto al ver que no mejoraba su herida producida en combate y finalmente lo llevaba a la tumba ha sido enorme, y eso que Iain me pareció un protagonista bastante malo en su libro e incluso aquí ha habido varios momentos que me ha vuelto a generar rechazo. También es cierto que me ha parecido una muerte muy ridícula porque por pura cabezonería se negó a ser amputado y prefirió irse al otro barrio de una pieza [fin de destripes]. Es decir, no lamento en sí la muerte porque el personaje no me convencía, pero sí que reconozco que me sorprendió mucho.
Si en el libro anterior teníamos a Beathag como villana, en éste ese papel lo cumple, para mi sorpresa, Ceit, la niña que entonces me encandiló por adorable y por sus problemas de audición y malformación en el rostro. Reconocida oficialmente como hija de Iain, al crecer se vuelve cruel e insoportable, celosa de Baltair como hijo heredero del liderazgo del clan y rabiosa con el mundo porque nadie quiere casarse con ella. Hay algún pasaje en que Gunelle aporta una explicación a su evolución, pero me temo que no justifica la víbora que llega a ser.
Además de los personajes mencionados, el libro es muy rico en otros secundarios, todos con sus pequeños rasgos característicos que les dan su personalidad y trasfondo: el devoto y amable hermano Gabriel; la anciana y sabia Etta; el sinvergüenza de Colm; los traviesos Dudh y Malcom, gemelos y hermanos de Baltair; el fiel Tòmas vuelve a salir en este libro junto a su esposa Jenny; la inflexible sor Béga... Un elenco que enriquece la obra dándole mucha vida.
En definitiva, un libro fascinante para sumergirte en la Escocia del S. XV con una historia que parece totalmente plausible gracias a todos los detalles que incluye. Toca temas duros y a la autora no le tiembla el pulso para acabar con algunos de sus personajes. Una lectura muy entretenida y que he disfrutado mucho, aunque no fuese lo que esperaba encontrar. Si hubiese prolongado el libro para cerrar lo que quedó en el aire y le hubiese dado más espacio a la pareja para su desarrollo, habría sido redondo.




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