Estos días me he planteado el propósito de terminar alguna de las sagas literarias que tengo a medias. Ya completé recientemente El Clan de Mallaig y, tras la reseña de hoy, sólo me queda el último de Crónicas de la Torre.
Cuando reseñé hace unos días Fenris, el elfo decía que era un libro que se podía leer en cualquier momento de la serie, aunque leerlo el primero me parecía la opción menos recomendable. No deja de ser un spin-off de lo que la propia autora considera realmente una trilogía y leerlo antes desvelaba bastante del auténtico primer libro de la misma. Ahora que he leído éste, que sería el segundo libro de la trilogía, definitivamente os recomiendo que intercaléis el libro de Fenris entre El Valle de los Lobos y La Maldición del Maestro para entender mejor a dicho personaje y conocer de antemano algún secundario que aparece de su pasado.
Dicho esto, podemos pasar a la reseña en sí con la advertencia de que habrá numerosos destripes del primero. Quería que fuesen los mínimos posibles, pero me temo que en ese caso poco podría contar, así que los hay en gran cantidad desde el mismo argumento.
Argumento
Han pasado nueve años desde que se cumplió la maldición de Aonia y murió el que fue su aprendiz traidor y posterior Maestro de Dana y Fenris. La nueva Señora de la Torre tiene a sus 25 años a tres aprendices bajo su tutela: Jonás, Conrado y Morderek. A ellos se suma una joven de 13 años que es rescatada por Fenris de morir en la hoguera por bruja. Ésta guarda un gran poder relacionado con el fuego por lo que renuncia a su verdadero nombre y decide llamarse Salamandra de ese momento en adelante.
La tranquila vida en la Torre se ve interrumpida por dos noticias de gran impacto. La primera es la advertencia que le hace Kai a Dana de que el Maestro prepara desde el más allá su maldición contra ellos. En concreto, para Dana le tiene guardado "algo peor que la muerte". La segunda es la llegada de una nueva aprendiza, ni más ni menos que la princesa de los elfos, Nawin. Ésta viene acompañada de su tutora, Shi-mae, una vieja conocida de Fenris con quien tuvo un triste pasado. La ambiciosa elfa tiene sus propios planes y un poderoso aliado.
Reseña
Yendo directa al grano, estamos ante un libro prescindible. Es entretenido, pero desmerece el mensaje del final del anterior y parece simplemente una historia hecha por encargo después del éxito que tuvo El Valle de los Lobos.
Empecemos por la premisa. El Maestro moría, sin haber lanzado su maldición, a manos de Maritta (aunque, por la forma de contarlo, creía que ella le hirió mortalmente, pero que fueron los propios lobos encantados que le perseguían desde que él mató a su Maestra, Aonia, los que le remataron). Que su maldición tenga que esperar a que [destripes de este libro] muera Maritta de vieja [fin de destripes] para ponerse en marcha, me parece terriblemente cogido con pinzas y más al no ser algo inmediato, sino que se demora todo un año más. También me parece muy conveniente que se pueda maldecir desde el más allá cuando es otro plano distinto y el Maestro no poseía poderes especiales como sí tiene Dana para hacer de portal entre ambos mundos. Pero es que todo en este libro pasa un tanto "porque sí".
Por lo pronto, esa regla de que "aquel aprendiz que traiciona a su Maestro recibirá su maldición" resulta un tanto extraña en sus límites: ¿Por qué se mantiene hasta después de que los aprendices llegan al grado máximo y dejan de serlo como tal? La maldición de Aonia seguía siendo justificable porque él la asesinó y ella lo maldijo con su último aliento, pero para Dana, Fenris y cualquier otro aprendiz, ¿esa regla implica que toda su vida estarán condenados a hacer lo que les ordene su Maestro aunque sean acciones con las que discrepen, contrarias a toda ley o ética, o que incluso pongan en riesgo sus vidas? ¿No se salvan de la maldición ni si se realiza la traición por autodefensa? Y por otro lado, ¿puede maldecir un Maestro que a su vez está maldito? Una regla tan importante parece estar demasiado abierta a las necesidades de la escritora. Creo que si el libro se hubiese centrado en la parte de Shi-mae con sus tejemanejes habría sido suficiente. Esta forma de volver a traer al Maestro, volver a usar a los lobos en la maldición, todo en base a justificaciones muy pobres, es repetitivo y un tanto absurdo.
En cuanto al desarrollo, el anterior tenía un ritmo más pausado, Dana iba descubriendo cosas poco a poco y salvo quizás lo relacionado en parte con el unicornio, todo encajaba sin rechinar. Aquí la autora pierde el control de los elementos fantásticos, sobre todo en la recta final: el espejo de las almas, el laberinto de las sombras, la pérdida de la razón de un personaje que recupera... ¿por el poder del amor?, los dos dragones, la posesión de uno, el poderoso bastón de Shi-mae que olvida coger cuando lo podría necesitar... Hay tantas, pero tantas cosas que se va sacando la autora de la manga según necesita, sin un mínimo de explicación, que se pierde la cuenta.
Otro problema del desarrollo es que vuelve a usar los saltos temporales que ya critiqué en el primero por las lagunas que dejaba. Durante el libro sólo hay un salto de un año al inicio que parece poco trascendente, aunque habría venido bien que se contase ese lapso de tiempo con un capítulo breve para conocer mejor a los aprendices. Sin embargo, tras el final mete un epílogo con una elipsis de varios años que sólo sirve para abrir la puerta al tercer libro de la trilogía. Al menos, según la autora, mientras escribía éste, ya tenía en mente que existiría ese último libro, por lo que hay varios elementos, además de este epílogo, que lo justifican algo mejor de lo que está éste.
Aparte de esto, en mi reseña del anterior dije que entre lo mejor del libro teníamos su final. Era un desenlace con un punto triste, pero bonito. Dejaba un mensaje de seguir adelante y disfrutar la vida, pues ya habrá tiempo de reencontrarnos con los nuestros "al otro lado" a su debido momento. Como lectura infantil-juvenil, al margen de la fantasía, dejaba cierta enseñanza de aprender a sobrellevar la muerte de un ser querido. Esto aquí se ha perdido pues tenemos a una Dana que en todos los años que han pasado no ha aprendido a ser feliz, sigue obsesionada con Kai. Un romance que era empalagoso, aquí lo es todavía más y con un mensaje muy tóxico. Y ni siquiera funcionaban como tal, su lazo era más creíble como hermosa amistad. Para colmo, el final de este libro, en lo que se refiere a ellos, deshace lo bonito e interesante del final del otro de una manera muy extraña. Y no sólo en este libro se pinta a Dana como eterna y sufrida enamorada, también como damisela en apuros, cuando ella no sólo tiene el rango ya de Archimaga, es la Señora de la Torre, también recibió el don del unicornio y es una Kin-shannay, una rareza entre los hechiceros que puede hacer de portal con el más allá. Nada de esto importa a la hora de la verdad y aparece como una maga del montón. Insultante y absurdo para con su personaje.
De todos modos, a pesar de lo dicho, Dana y Kai pasan a ser secundarios en el libro. El protagonismo recae en Salamandra y Fenris, pero tanto ella como el resto de alumnos de la Torre se quedan terriblemente planos. Me parece que por aquel entonces la autora todavía estaba demasiado verde para saber manejar a tanto personaje. En el anterior, el número de individuos a los que se seguía era mucho más reducido y controlable y, aunque no tuviesen una gran caracterización, algo más sí había. Por no hablar de que había cierto misterio y dudas de la bondad o maldad de algunos de ellos durante buena parte de la historia. Aquí es todavía más evidente que los buenos son buenos y los malos, malos, desde el principio. No hay grises, ni matices. La única que se sale un poco de esto es Shi-mae, pero sólo si se ha leído el libro de Fenris.
Hablando precisamente de Fenris, en el anterior se dejaba la interesante puerta abierta a que el elfo-lobo aprendiese a controlar la licantropía y sus transformaciones en las noches de luna llena. Resulta que en este libro ya sabe hacerlo, pero no tenemos ninguna idea de cómo, cuándo o por qué ha sucedido. Simplemente, llegado cierto punto, te sorprende con ello. Algo tan importante para un personaje tan relevante de la saga es omitido. Habiendo leído ya Fenris, el elfo, esto resulta todavía más sangrante.
Otro aspecto más a mencionar al respecto de los nuevos personajes. Si, como ya he dicho, en el anterior el romance entre Dana y Kai me resultaba poco creíble, aquí la autora introduce un nuevo intento de trama romántica en forma de triángulo amoroso entre Fenris, Salamandra y Jonás. Podría haber tenido su punto, pero no le da espacio ni los personajes tienen profundidad para ver esos sentimientos en ellos.
En la edición que tengo, una posterior a la primera que se lanzó, hay varios extras. Por un lado, un diario de aventuras de Salamandra situado entre el final del libro y antes del epílogo. Lo que más destaca es que una joven que para entonces ya debe rondar los 20 años escribe como una pre-adolescente. Al menos, resulta bastante entretenido y hasta simpático. Pero lo más interesante está en un capítulo extra que responde a parte de las críticas que hago en esta reseña. Por un lado, justifica la maldición del Maestro, aunque debo decir que sigue siendo muy pobre la explicación que da. Luego, también tenemos pequeños pasajes para saber algo del pasado de los cuatro aprendices, lo justo para ver sus orígenes y sus primeras manifestaciones de magia. Todo esto debería haber estado contado en condiciones durante el libro, pero al menos se nota que la autora fue consciente de las carencias que tenía su obra, bien por sí misma o por críticas que le llegasen. Además, todo esto se sabe a través de un par de personajes que están en el más allá, son espíritus, y generan aún más dudas de la concepción que tiene este otro mundo. En realidad, un poco como todo escenario por el que pasan los personajes, que ni siquiera la Torre, lugar físico de gran relevancia, tiene una descripción elaborada. Los espacios fantásticos como el más allá o el laberinto de las sombras carecen de toda definición.
En definitiva, un libro que está pensado para ser leído poniendo el piloto automático, sin parar a reflexionar ni a hacerte preguntas. Prima la acción caótica por encima de desarrollar a los personajes o tener una trama original. Resulta entretenido de una manera un tanto acelerada, pero no deja ningún poso, no consigue emocionar. Un buen libro infantil o juvenil es aquél que está pensado para ese rango de edad pero cualquier persona de cualquier edad puede sacar algo. En el anterior de la saga y el de Fenris sí había algo de esto, aquí no.



























